Mariposas en los ojos


Las luces del atardecer recorriendo su cuerpo lentamente. De los ojos a los pies. El frío helando sus sueños y congelando sus manos, pero no su sonrisa. En aquel pueblo sin nombre podías ser quien quisieras. Levantarte cada mañana y caminar por sus calles desiertas, ir a comprar el pan a una tienda que ya no existe, pasear y llegar a ver el mar. Se había mudado allí solamente con una maleta. Había cambiado su nombre y nunca revelaba su procedencia. Clementine era un buen nombre. Las tardes eran preciosas. Todas ellas se iba a ver como el sol caía. Allí, despojada de recuerdos dejaba volar su imaginación por momentos aún no vividos. Un beso lento, una mirada fugaz, y el sol dejando lugar a la noche. Pura calma. Había metido en su maleta cuatro vestidos y un abrigo de esos que llegan a los pies. Cada mañana hilaba una trenza en su pelo y se miraba al espejo y sonreía tres veces antes de salir. Supongo que era una especie de ritual, de esos que los humanos tenemos y no podemos corregir. Adoraba el frío porque le recordaba que estaba viva y le daba fuerzas. Ojos azules, mirada de hielo. Acariciaba el lomo de una vieja libreta como si fuera su amante y se inventaba historias que comenzaban siempre con una huída. Al mar, por supuesto. Ahora que había encontrado su lugar en la ciudad sin nombre el asfalto desierto le había devuelto las ganas de ser feliz. Allí, donde nunca pasaba nada más que el tiempo. La iglesia no tenia campanas y todo era ruína, ahí había encontrado el secreto de la vida. Despojada de todo peso que la vida le había cargado a la espalda. Leve. Con esperanza. Otro atardecer se escapa y ella vuelve a casa a prepararse un té y a escribir una nueva historia.


"Es curioso, pero vivir consiste en construir futuros recuerdos
de otros tiempos; ahora mismo, aquí frente al mar,
sé que estoy preparando recuerdos minuciosos,
que alguna vez me traerán la melancolía y la desesperanza."
Ernesto Sábato – El tunel

10 comentarios:

  1. Me dan escalofríos al leerte. Combinas las letras a la perfección.

    ResponderEliminar
  2. Llegué hasta aquí curioseando los perfiles de gente con intereses comunes, y vi que teníamos muchas cosas que compartir (más incluso de las que cuento...)
    Si no te importa, he decidido que me quedo ;) Esta historia que compartes es un buen motivo para ello, buena prueba de por qué así lo he decidido.

    En mi próxima escapada cogeré la brújula hacia el mar, hacia el frío, y perderé la vista en el horizonte con un té que me caliente las manos y, quizás, el alma...

    Preciosas líneas también de Ernesto Sábato, que bien las podría aplicar a mí misma. Soy una pecadora de melancolía...

    Y preciosa foto del mar y los acantilados...

    Un saludo

    ResponderEliminar
  3. hola, ¿eso es perlora?

    ... me llevaste hasta allí. Si que daba como para escribir mil libros...

    salud

    ResponderEliminar
  4. Que bonita entrada. Hoy estuve ahí! Recorriendo sus calles :) muá

    ResponderEliminar
  5. Sí, es Perlora, inspira siempre.
    :)

    ResponderEliminar
  6. Es precioso ese sitio... A veces cuando estás viviendo un momento bonito te das cuenta de que tienes que vivirlo muy intensamente para poder acordarte muy bien de él después... :)

    ResponderEliminar
  7. De eso se trata, de volver a empezar cada vez que se pueda y guardar el secreto en el fondo del mar. :)

    Un abrazo C.

    ResponderEliminar
  8. que bonito! un día me llevas? :)
    ese libro también lo lei yo, pero hace muchísimo!
    tq hermanita

    ResponderEliminar
  9. que bonita Clementiine....todos deberíamos irnos una temporada solos y descubrirnos y si hace falta, inventarnos un nombre con una historia!

    ResponderEliminar

Píntame una sonrisa