(Imágenes: Tumblr)
 
Llevo muchos días sin escribir, supongo que no quiero tener que borrar palabra por palabra. Me resisto a dejar que la vida nos mate. Pero esta noche, leyendo, he puesto Dire Straits y de repente he recordado una noche diferente, con la ciudad vacía, las manos llenas de vida. He recordado que he vivido tantas batallas (de corazón) que no me importa salir otra vez llena de heridas. Soy experta en chocarme una y mil veces con la misma pared sólo por ver lo que hay detrás. Porque el paisaje que hay más allá de la pared merece más la pena que todas las heridas. Si entendemos heridas por heridas de guerra he luchado más que nadie, he vivido más que nadie. Sé que va a volver a pasar, que un día te irás, como tantas veces se fueron otras personas. Estoy cansada de perder abrazos, personas, sueños, pero siempre acabo sobreviviendo a la ausencia. Aunque llore. Aunque duela. Me pongo una canción y obligo a mis pies a bailar, cocino y centro toda mi atención en observar lo que hay en el fondo del horno. Mientras vuelvo a bailar. Tiendo la ropa en un ritual extraño, mientras imagino lo que pasa en la ventana de enfrente. Me pongo el mejor vestido para salir, me prometo sonreír toda la noche. Olvido como un día de repente llegaste a mi vida y me pierdo en las historias que me cuentan los libros (siempre tan necesarios). Recuerdo todas las locuras, los viajes improvisados, las veces que saqué la valentía de debajo de las piedras, y mis ojos verde bosque brillaron más que nunca. Ya me derribaron otras veces. Unas cuantas. Y aunque nunca voy a cesar en el empeño de vivir para siempre a tu lado, llegado el momento, seré la Clementine que conociste y volveré a olvidar. Olvidaré el olor de tus manos y tu cuello y sabré que luché más que nadie por ti. Que lo que vivimos fue un viaje de ida y vuelta, lloramos y reímos más que nadie, y aún ayer, con el calor de verano, mientras volvíamos a casa, nos imaginé así toda la vida. Y hoy al despertar, te acaricié la cara, empezando por la frente, para recordar esas facciones y los ojos que me hicieron volar. Después te abracé, en un abrazo de despedida, por si acaso no nos volvemos a ver más. Quiero decirte que las calles de esta ciudad siempre serán nuestras, y la lluvia, y que nunca quise a nadie como te quise a ti. Con la fuerza de los mares. Derribando muros. Porque siempre he tenido la certeza de que eras quien me iba a hacer sonreír todas las mañanas. Y eso es algo muy grande. Como decía el gran Escandar, "de toda esta prisa de andenes solo has conseguido viajeros que se cruzaban en tu camino durante unas pocas paradas antes de marcharse." Pero menudo viaje el nuestro. Nos vemos en otra vida, caballero.

"Pero si alguna vez
sientes la necesidad de compartir heridas
y llorar a carcajadas
y tenerle miedo a vida que nos mata,
si nos toca llorar de a dos
para justificar tanta alegría inadecuada,
lo haremos sin pudor, pequeña,
hasta la inundar el colchón de sal inesperada.

Lloraremos hasta quedar secos
de las lagrimas que sobran,
hasta empaparnos del recuerdo
de las lagrimas que vengan,

Y no temas que nos quedemos tristes.

Porque después, ya sabes,
como dice el viejo chiste,
follamos
y se nos pasa.”

Carlos Salem