El mundo cada día está más loco. Se suceden desgracias, alegrías, hombres nacen, hombres mueren. Todo está en constante cambio. Todas las mañanas al bajar a la calle se respira un ambiente diferente, sol, lluvia, alegrías y tristezas. Esta mañana hacía un calor sofocante y los niños jugaban alegres en el parque. Todo cambia a pasos agigantados, a las aceras de repente les crecen árboles y las baldosas se rompen. Los niños crecen, olvidan el parque y los juegos. A las niñas que llevan vestido les gusta girar sobre sí mismas, creo que yo sigo siendo una niña. Todos los días debemos tener una muestra de amor hacia la gente que queremos, todo el mundo se olvida de eso. Se pierden en sus vidas ajetreadas, en cubrir papeles, en entregarlos y volver a cubrir más. Los abrazos se pierden, sólo quedan en reductos como los parques de enamorados, en los que se dan los más bonitos del mundo. Toda la vida deberíamos ser niños, ellos sí que se llevan abrazos. Se nos olvida decir cuánto nos queremos, se nos olvida darnos la mano al cruzar la calle. Los hombres grises nos atrapan en su esfera del tiempo y se nos olvida vivir. Yo quiero acariciarte todos los días cómo si fuera el último, amarte sin reparos, sin recuerdos. Abrazarte, y pisar todos los lugares del mundo de tu mano. El mundo está loco, y yo no lo entiendo, pero no importa. Acércate, vamos a imaginar juntos que todo es azul. Quiero comer en un mantel rojo de cuadros y llevar todos los días falda. Quiero ser la más loca de este mundo de locos y reir hasta que me duela la tripa. Que tus manos se pierdan en mi espalda y formen un sendero de ciempies recorriendo mi columna vertebral. Margaritas en mis retinas, maullidos en mis manos, saliva en mis labios. El mundo está cada día más loco, y yo sólo quiero que seamos los más locos de este mundo.

Déjame soñarte..

Últimamente ando perdida, ya no encuentro gatos callejeros que maullen a la luna y tampoco consigo imaginarme volando por los tejados. Algo me falla en el fondo del corazón. Aún así, logro encontrarme en el silencio del tren por las mañanas, en la soledad compartida de un vagón. Pierdo la vista por la ventana, que se escapa fugaz entre las montañas de la lejanía. Ultimamente, odio los bares de copas, el ruído, todo lo que me contamina los pulmones y la vida. No consigo entrar en sintonía con el resto de personas, cómo si algo fallara en mi interior. Mis palabras nunca salen en el momento adecuado, por eso a veces sólo me dedico a observar. Siempre preferí un buen libro a una copa de vino, un paseo cerca del mar a una noche de locuras. Quiero ponerme flores en el pelo, gritar en carreteras perdidas, perderme por carreteras interminables. Quiero cogerte de la mano y llevarte a los paraísos perdidos. Descubrir flores, gatos, soñar de tu mano. Escapémonos del dolor del asfalto y su maldito olor. Este domingo amanecí viendo el mar, y navegué entre abrazos azules. Eso es lo que me devuelve la esperanza. Se que pronto tendremos meriendas astrales al lado de la luna y que iremos en globo a donde nos de la gana. Tengo la seguridad de que pronto encontraremos nuestro lugar. A la derecha de dónde se cumplen los sueños y lejos de esta ciudad que nos ahoga.
Tú sólo déjame soñarte, soñarte con todos mis sentidos.

Debía yo de tener doce años cuando un avión se estrelló en nuestro vecindario. Aquella noche estaba sólo en casa, sentado en la alfombra de color vómito del salón viendo "Whats happening" en la tele. A través de las cortinas empezó a relumbrar una luz anaranjada. Luego oí una especie de aullido cada vez más cercano y ensordecedor. De repente hubo una enorme explosión de sonido. La casa tembló como si la hubiese sacudido un terremoto.. [..]
Salí descalzo a la calle intentando entender qué estaba sucediendo, lo mismito que el programa que había estado viendo por la tele. Me acerqué corriendo a la enorme columna de humo recortada por las llamas y las luces de emergencia contra el cielo nocturno, y a mi paso vi asientos y ceniceros y cuerpos desmembrados y desperdigados por todo el vecindario. Una casa había quedado demolida por completo, y cerca de allí había varios cadáveres tendidos en el parque. Cuando mis pies descalzos tocaron el asfalto aceleré y pensé en toda esa gente que hacía un instante estaba viva y ahora estaba muerta, y en lo muy vivo que me sentía en ese momento.

Mark Oliver Everett - Cosas que los nietos deberían saber

Otoño

Se termina el verano. Esa estación llena de sol y de mar. Termino con los pies llenos de salitre, con el corazón mareado de dar vueltas en espiral. Un día riendo y al día siguiente llorando, rompiendome entre las baldosas de la calle para terminar brillando con las luces de la calle. Me he partido en dos tantas veces últimamente que no se si me he pegado al revés. Y donde tengo el corazón tengo los pies, y los pies llenos de sentimientos que se escapan y traspasan el asfalto. Y así no hay quien pueda, mire. La lampara por la noche me susurra que todo irá bien, que si una vez cruzamos el cielo volveremos a hacerlo. Tus manos escriben en mi piel alguna que otra pena, y la nostalgia más pura. Ya nada es como antes, mis ojos no son los más bonitos del mundo. Aún así, no voy a dar nada por perdido. Pienso convencerte cada día de que mi sitio favorito está en tu pecho. Tú sólo quedate en silencio y sonríe. Recuerdo aquellas cenas en las que hablábamos de todo y de nada, cuándo terminábamos bailando por las calles como peonzas, entre besos interminables. Nuestro mundo patas arriba, el caos más precioso del mundo. Tus camisas llenas de mis besos y mis hombros sintiendo tus abrazos. Las calles cuándo se vestían de fiesta eran por nosotros, y ¿te cuento un secreto? Esta semana tienen demasiadas luces y debe ser porque cada edificio, cada latido de esta ciudad, sabe que nos queremos. Quiero que llegue el otoño y corramos bajo la lluvia de la mano, sabiéndonos libres y eternos. Hacer fotografías a las hojas secas, lo más bonito del otoño, mi estación favorita. Es tiempo de purificarnos por dentro, de dejar ir lo que nos sobra y agarrar con fuerza lo que queremos. Toca ver atardeceres tristes, pero hermosos, desde la ventana del salón con un café entre las manos. Leer palabras ajenas, retratar a la lluvia, comernos a besos. Es momento de olvidar todo lo que nos hizo daño y soñar con un mañana mejor, lleno de esperanza. Otoño, se bienvenido en mi corazón.

Algo aprendí de la lluvia, a construir los mejores paraguas. Si la comida se enfría, se calienta con las manos, y si el té te quema el corazón debes ponerlo menos al fuego. Aprendí de la vida a contar las sonrisas con los dedos de la mano, a recordar lo justo y olvidar lo necesario. Aprendí muy pronto a echar de menos, y sin embargo nunca soy capaz de echar de más. Me perdí en paisajes, montañas, mi sitio favorito es un río lleno de piedras de cantos rodados. Mi sitio favorito universal, el mar. Si hay algo que me recuerde que estoy viva son los besos por la mañana, y el café caliente si lo hace alguien especial. Si hay algo que me recuerde que estoy muerta, las noches solitarias. Escucho música, me empapo de palabras, de sueños, vivo todas las películas del mundo y me pierdo por las calles cada noche. Aspiro a guardar entre mis brazos todos los atardeceres de película y nuestros besos en la cocina. Saltar entre las piedras de alguna playa desierta, y si me hago daño, lo curo con saliva, sé que vivir provoca demasiadas heridas, pero las que peor cicatrizan son las del corazón. Aprendi que debo saltar los charcos sin importarme calarme los pies. A saltar los días sin que se empapen mis ojos. Que las mejores meriendas son las que tomas al salir del colegio, sin embargo, los mejores desayunos son los que te traen a la cama. Que los sueños que te hacen sonreir un día, al día siguiente pueden hacerte llorar más que nunca. Que un cielo lleno de estrellas siempre es una buena excusa para pedir un deseo. El café mejor con dos de azucar. El sexo mejor en una cama y con abrazos de por medio. Mejor vivir al máximo. Mejor coger aviones imaginarios cada mañana. Aprendí de las gotas de lluvia que resbalan por mi ventana que detrás de un sueño hay un recuerdo, y detrás de un beso un adiós. Que el momento más importante es el ahora. Y estoy dispuesta a vivirlo.

.. tú eras la astronauta que daba la enésima vuelta en torno a la Tierra.

Jugabamos a girar por estas calles malditas y preciosas, los escaparates de vez en cuándo nos dedicaban una sonrisa feliz, nos girábamos cada vez que pasaba un niño y lo hacíamos nuestro por un segundo. En la última fila del cine había besos escondidos bajo las butacas, un tesoro hecho de sueños y alguna que otra desilusión. El primer día que nos besamos después de nuestro periodo de tormentas viajamos a Tokio y comimos en un cementerio, era domingo. Fue el primer domingo de otros tantos domingos que bautizamos como astrománticos, mitad astro, mitad románticos. Nos besábamos en todos los lugares que pisamos. Dejamos los recuerdos atrás, nos lanzamos al mar sin apenas saber nadar. Al final, tú me enseñaste a nadar y pese a algún que otro accidente marítimo que terminó con sal en los ojos y en los pulmones conseguimos salir a flote. Aún sigo soñando con vivir en un faro y rodeada de gatos. Y ahora que se nadar cada noche de luna llena rodearé el faro bailando en el agua, como una sirena hipnotizando las rocas del mar. Quizá rompa todas las televisiones y sólo tenga una vieja radio que por las noches sintonice las penas ajenas. Que de penas se un rato, y de alegrías también. Quizá logre olvidar todos los lugares que pise y mi vida se convierta en una novela de ciencia ficción, dónde seccionando corazones se puedan borrar recuerdos. Por las mañanas seré gato, por las tardes miraré a la lavadora, saldré solamente a comprar al supermercado y me fijaré muy bien en todo lo que pasa a mi alrededor. Tenderé ropa, sueños, con las pinzas de colgar ilusiones. Eterna soñadora que nunca aprende a vivir. De momento hoy me conformo con bailar un rato con la felicidad y correr de tu mano. Que las calles nos saluden y las luces de la ciudad se iluminen con nuestros besos. Quizá tú seas el inquilino de mi faro, de momento, serás el compañero de aventuras, y para qué quiero más. Al final, aprendimos a nadar y a caminar de la mano parando todos los relojes de la ciudad.

Sonríeme desde el otro lado del precipicio.

Extraño los besos antes de dormir, tus manos acariciándome el pelo y la música suave de fondo. Yo, que siempre quise ser la protagonista de una historia de amor terminé convirtiéndolo todo en un drama. Sólo me gusta el color gris en la ropa en invierno. Los veranos tienen que ser azules. Ahora tengo el alma llena de historias para no dormir y alguna para despertar sobresaltada en medio de la noche. Quiero perdonarme pero es que odio ver mis manos, odio tenerte a mil años luz, odio llamarte por teléfono y no escuchar tu respiración ansiosa por verme. Y así, me voy desgarrando pasito a pasito, dejando parte de mi en las aceras, en los ojos que me miran sin verme. Desaparezco por momentos y me hago parte del aire, que me abraza porque no tiene otra cosa que hacer. Ahora sólo puedo colgarme de alguna barra de bar y amenazar con quemarlo todo por tí si así me haces caso, o quizá pienses que soy una loca chiflada y lo nuestro termine convertido en cenizas. También puedo aparecer por sorpresa en tu puerta, lo único que será la sorpresa más triste que te darían nunca. Mis manos llenas de nada, mis ojos llenos de lágrimas y la única ilusión de tirarme desde la ventana más cercana. Las noches de viernes son eternas entre estas cuatro paredes. La soledad me habla a través de la ventana, las cacerolas, el grifo y su murmullo incesante. Tengo un plan para mañana, voy a ensayar toda la noche mi sonrisa más perfecta y te la regalaré nada más verte. No tengo nada más que ofrecerte, un par de ilusiones rotas por el tiempo y por la vida, y esa sonrisa, cosida especialmente para tí. Prometo disfrutarte en la lejanía, admirar tus movimientos, leer tus labios en vez de besarlos, coger mi mano en vez de la tuya. Prometo amanecer dándote un beso tímido en los labios porque tu corazón no da para más. Intentaré hacerte feliz con cada poro de mi piel, aunque le cueste, aunque yo también esté partida en mil pedacitos.. y sólo tú sepas rearmarme. (o amarme)

Desvaríos, más que nunca.

Nostalgia pura, esa que te agarra las entrañas y te impide respirar. Cuándo recordar duele tanto que es mejor perderse entre el ruído de la calle. Escapar entre las bocinas de los coches, el asfalto y su calor, el olor a humo, la humedad del mar y el horrible bochorno. Desvanecerme entre este aire que me ahoga, escapar de la agonía. Como esas fotos en blanco y negro de niños que no sonríen, de vestidos que han perdido la magia, de noches azules que se han vuelto grises. Recuerdo cuándo todo era tan fácil, sólo tenías que despertarte sonriendo y no hacía falta nada más. Después de arrasarlo todo como un incendio sin control sólo quedan hierbajos dolorosos en el jardín de los sueños. Gente que ha perdido el norte y hasta el motivo por el que despertar. Un "ayuda, por favor" escondiéndose entre las personas que ignoran al pobre mendigo. Las vueltas que da la vida, la noria infernal que termina dejándote en el suelo odiando la vida. Es cómo si hubieras subido a un tobogán creyendo que al bajar te embargaría una sensación de felicidad y antes de llegar al final se te rompe el vestido y sangras más que en toda tu vida. Heridas en las rodillas y en los sueños. El mundo se está volviendo loco y hay gente que amenaza con suicidarse si todo sigue a este ritmo frenético. Cuándo todo pierde sentido me esfuerzo en buscar señales en paredes, autopistas, libros, películas, y termino encontrandome a mí misma, estupida, amarga, gris. Jodidamente sola, imaginando vidas en los cuadros del salón. Escuchando la misma canción una y otra vez con la ilusión de que vengas, me beses, y te quedes a mi lado. Lo que no sabía Clem es que una vez que arrasas con todo lo que encuentras a tu paso ya no te queda nada que coger, nada. Y sólo te queda llenarlo todo de nuevo de momentos, sueños, recuerdos, o un buen día no tendrás nada enfrente de tus narices.