Ensayando frente al espejo de la entrada muecas alegres. Muecas tristes. Siempre me gustó hacerme muecas a mi misma y reirme de la vida, de los días. En las noches en las que la tristeza me recorría por dentro, viajaba a tantos sitios sin moverme del sitio.. Es cierto que camine, soñe, llore, y me tiraron al suelo como una muñeca rota. Es cierto que los domingos eran eternos si el mar estaba cerca. Unas manos que modelaban cuerpos, sueños, y dormi tantas siestas que no hacia falta dormir por la noche. Horas de sueño acumuladas entre susurros de algo que quería ser eterno. Y navegaba como los barcos en aquel mar, resistiendose al paso del tiempo. Yo, cada día más mayor, perdiendo la niñez. Rompí todos mis esquemas, cambié mis noches de viernes por alcohol y desenfreno. Me alimenté de lo que cogía con mis manos. Se fueron quedando sin nada. Me vacié por dentro, me llené de lágrimas. Una casa amarilla cerca del mar con un faro en el jardín. Se fue desdibujando entre la inmensidad del tiempo. Sólo queda un gato callejero maullando en una ventana. Todo quedó arrasado como si hubiera pasado un ciclón por encima. Mis ansias de vivir, las ganas de colonizar todos los países. La estrella que me protegía, los dibujos a medio hacer, los días a medio sentir. Los puentes olvidados en los que maté las tardes buscando formas en las nubes. El corazón gritando y corriendo, la voz destrozada. Pegué las piezas y traté de buscar un motivo cada vez que cogía el tren. Busqué por las paredes, en los parques, en las calles, aún faltaban piezas. Dejé parte de mi en tantos lugares que nunca estaré completa. A veces me falta un trozo de piel, que grita, a veces la esquina del corazón, que susurra. Perdí los sueños entre paredes de colores. En carreteras largas con el sol dándome en la cara. En los mares de domingo o los domingos de mares. Navegando entre un vino tinto que emborrachaba mis sentidos. En la estación de tren privada en la que nunca paraba. En el ansia de escapar, desde que esta ciudad está triste. Triste. En aquel edificio que miraba cada vez que iba a coger el autobús. Que ahora está vacío pero lleno de andamios, cerrado por derribo. Como un corazón que se coló en el cielo y formuló tantos deseos que cuando se deshacieron desapareció con ellos. Se encuentra en paradero desconocido, dicen que bebe ron y escucha canciones tristes. Dice que sabe lo que es vivir pero se le olvidó. Que necesita alguien con los ojos tristes que lo abrace hasta que vuelva a respirar. Necesita cerrar los ojos. Olvidar. Empezar de cero lejos de esta ciudad y que sólo estés tú.
Nadie más.
El cielo amanece y da paso a un nuevo día. El autobús está abarrotado de estudiantes que van a clase y se pierden en la música por las mañanas. Señoras a trabajar. Hombres trajeados con un maletín lleno de objetos grises, como ellos. Relojes cuyo sonido es más importante que el del corazón, al menos a esas horas. Tonos de móvil pasados de moda sonando muy alto. Aquí estoy, no tardo, hay un atasco. En la ventana una señora mayor ve el tráfico diario. Se despereza junto a su perro, y va a prepararse el desayuno. Su "ella" de hace treinta años le saluda desde el salón- comedor. Estaba preciosa ese día, recuerda . El perro ladra, hoy tomará su desayuno favorito, se lo merece. El tiempo se escapa mientras ella lleva a cabo su ritual diario. Café, televisión, revisar cartas, mirar al techo. El portero está arreglando el suelo y saluda desde la ventana. Ella está tan sola que aprovecha cualquier momento para contar un poco de su vida. Algo que le quema. "José, esta mañana está muy fría, el perro se queja bastante, cuanto tráfico, te acuerdas cuando... y ya son treinta y siete años en este edificio. Cuando mi marido se levantaba para ir a trabajar le gustaba que le hiciera un zumo de naranja, siempre se lo tomaba muy rápido.. siempre iba con prisa, siempre." Los años pasan, y al final acabamos recordando cosas que nunca habríamos pensado en su día. Tantos trayectos en autobús. Hacia tantos lugares. Pero cambia todo, siempre. Y los pequeños detalles te descubren un nuevo día. Esa señora se perdía en sus recuerdos y en la fotografía de su boda colgada en el salón. Estaba radiante. El siempre tenía prisa. Acabamos por olvidar los rostros, los momentos, pero en la imperfección del tiempo algo aparece moviendote por dentro. Los pequeños detalles. En aquella mañana rutinaria todo había sido como siempre pero algo había cambiado. Volviendo en la marabunta del autobús del mediodia volvió a verlo todo. Caos gris. Sonrisas azules. Algo había cambiado en su interior. Había comprendido lo que hace el paso del tiempo, las arrugas del corazón, la soledad que no es escogida. Galletas para desayunar. "Jose, él siempre tenía prisa. Y odiaba darme besos en público, le daba verguenza. En casa me mataba a besos. Sabes, su sillón sigue tan vacío como siempre. Aún tiene la marca de donde apoyaba sus manos. Se tapaba con la manta de cuadros.. " Buenos días, esta mañana está muy fría, ¿verdad?

En la tremenda linealidad de las mañanas, algo te remueve por dentro. Todo parece lo mismo pero hay un detalle que lo cambia todo. Un encuentro inesperado con alguien que te hace ver las cosas de otro modo. A embalsar los recuerdos pero una vez exprimidos, que nunca se sabe cuando se irán, para no volver. Entre bombones y galletas, buenos días. Quizá yo era Jose, quien sabe..

Des-varíos

Tú siempre me decías tantas cosas, yo veía barcos en el fondo del mar y permanecía en silencio. El sonido del tren siempre era el mismo al entrar en los tuneles y nada más salir aparecía el mar vestido de domingo. He dado la vuelta al mundo tantas veces que los trenes me saludan al pasar y las nubes son mi hotel preferido. Pero el mar siempre es azul en todos los lados, y el cielo tarde o temprano se acaba fundiendo con él. He tomado té en todas las cafeterías de la ciudad. En soledad, mientras todo el mundo charla, se levanta, se sienta, yo pierdo la vista en el limón estrujado. Como tantos corazones, como tantos momentos. He escrito tantas veces acerca del tiempo y como se clavan sus agujas que ya soy inmune a los días. A las noches. Las historias se escapan entre los dedos, el mundo está inundado de lágrimas y de sonrisas a la vez. Cuando capturas un momento se escapa otro, y viceversa. Y entre vestidos bonitos y carreteras secundarias me bebo trago a trago la vida. De vivir se un rato, de morir un poco más. Ojos tristes, ojos que me miran. Se de unos que me recorren admirando cada una de las imperfecciones de mi piel. Se que nunca se alejarán de mí, pase lo que pase. Está dispuesto a vivir mis lunas horribles, mis mañanas perezosas y mis tardes alegres. A viajar por cielos sin destino alguno. Dispuestos a quedarnos a vivir en Azul. Y escapar, como siempre. Lejos. Por esas carreteras rectas que tanto me gustan, sin más tiempo que mis latidos. Con un sonrisa para cada día en la maleta, ligero el equipaje. Vivir la primera de mil aventuras, apuntado cada detalle mínimo en las palmas de mis manos, por si se me olvida. Por si se me olvida que lo más importante es el segundo que se acaba de escapar y los que están por venir. Me contó un secreto un dibujo de colores: La vida es demasiado bonita para desperdiciarla. Y desde entonces vivo entre el arcoiris y donde terminan las montañas. Mientras existan horizontes donde perder la mirada, o ojos donde encontrarla todo es posible. Búscame en el cielo siempre.

"Y aprendiste que las horas no duran los mismo en todos los paralelos, que un instante es toda una vida, y una vida, a veces, un instante, una pavesa incandescente bailando en un torbellino que se pierde en la noche. Es cierto. El tiempo es una flecha, a menudo implacable, ensartando corazones tallados en la corteza de los días. Pero, a veces- con el tiempo lo descubriste- es como un río, que redondea las aristas de las piedras que habitan su cuenca, esas que, finalmente, un niño encuentra en la playa y guarda entre caracolas."

Ismael Serrano.

C.

Las nubes del cielo parecen de algodón, dan ganas de comérselas. El avión despega y con él las mariposas de mi estomago se revuelven. Calma. Aterrizar, este avión loco siempre aterriza con demasiada violencia. Casa bonita. Libros, cuadros, sillón antiguo. Te al limón, tele italiana, sudokus dificilis. Lluvia, autobús gratis, gotas en la ventana. Escarabajos locos en el habitáculo de la ducha. En esta televisión ponen siempre las mismas canciones, radio Virgin como compañía de desayunos. Continentales. Café caliente con tostadas, en pijama con las piernas cruzadas. Sabanas naranjas y almohadas amarillas con mantas de flores, colorido. La luz de la mañana cegándonos y despertándonos. Calles eternas, edificios de colores, todo antiguo como si hubiera sido olvidado por el tiempo. Un reloj de mano contando los segundos. Perdidos del mundo siempre se está mucho mejor.. Besos, fotografías, Café Latte en el Café Antiqua. Y en el Oasi Café, perdiéndonos con el sonido del mar. En, me atrevo a decir, la cafetería más preciosa del mundo con el chico más bonito del mundo. Que me sonríe cada vez que lee el diario de a bordo, esta vez también termina con un te...

Vive, ríe, sueña.

Tenemos la odiosa manía de darle demasiadas vueltas a la cosas. Nos pasamos la vida pensando si hicimos algo peor o mejor, que habría pasado si... El miedo el futuro nos hace pensar demasiado en el pasado. Yo a partir de hoy me declaro fan del presente. De lo bonito de despertar y ver el cielo azul, de lo bonito de despertar y ver como llueve tras la ventana. No importa las vueltas que demos en la vida, si hemos estado arriba o abajo, qué calles pisamos y de qué manera. Lo importante es lo que llevamos dentro, la felicidad de las pequeñas cosas, los sueños que aún no se han cumplido. El camino que nos ha llevado hasta este punto es solamente eso, un camino, y nuestra mirada siempre debe mirar hacia el norte. Un aplauso para los que viven de lo que les dicta el corazón, para los que saborean hasta la última gota de café. Para los que sueñan por el día, duermen algunas noches, otras se las beben trago a trago. Para los que lloran en el cine si la escena es triste. Para todos aquellos que se lanzan a vivir aventuras, porque eso es la vida misma. Aprovechar cada segundo y tirar todos los relojes por la ventana. Gritar cuando te apetezca. Pasar de formalismos. A mi me importa más si sonries que si vas bien vestido. Y empezaré a comer cuando quiera, y el tenedor da igual a que lado esté del plato. Un hurra para los que hacen lo que sienten, como lo sienten. Los que hacen cosas por los demás, los que viven intensamente si el de al lado es un poco más feliz. El mundo puede cambiar, y los colores existen si tú los pintas. Pasar de superficialidades y vivir, vivir de verdad. Un enhorabuena de mi parte si vives de esta manera. El amor está en todas partes, y la felicidad también. Todo cambia según el cristal con el que se mira, todos a ponernos cristales de colores. Si ves un atardecer, retrátalo en tus ojos, si descubres el mejor sabor del mundo, saboréalo, si vives un momento increíble, grábalo a fuego en tu corazón. Si algún día no encuentras lo que buscas, vuelve la mirada hacia el lugar donde nacen los sueños. O busca el mar, o el amor. O el sol, o la lluvia. Nos rodean cosas increíbles a las que no prestamos atención... vive, ríe, pero sobre todo sueña.