Planeando una huída en el mar


Eran aquellas maneras tuyas de subirte el vestido cuándo subías un escalón, y el carmín de labios los viernes por la noche. La obsesión por los tiovivos y las montañas rusas, por aquello de que no podías vivir sin que el corazón te diera un vuelco. Eran los sueños que dejabas escapar de tus manos y aquella manía de llenarlo todo de lágrimas. Un día eras la más feliz del mundo y al día siguiente la más desgraciada. Y el mar, y los gatos, y todo lo que te llenaba de calma cuando el día a día era pura rutina. Las películas y tus palabras, la música callejera, el contraluz de tu mirada en cada despedida. Tu afán por no olvidar lo olvidado y recordar lo que nunca ocurrió. Terrible niña llena de contradicciones que quería ir a la luna día sí y día también. Tus frases de película que siempre tenían que ver con tirarse desde un puente y suicidar las ganas. Con tus tormentas interiores que terminaban derramando el café por toda la cocina. Pero tú, al fin y al cabo, amando y odiando a partes iguales. Tú, perdida en aquella ciudad sin nombre atestada de tráfico y hombres grises. Con semáforos para que te pares, autobuses que siempre hacen el mismo recorrido y nunca llegan al mar. Con inviernos eternos y mañanas lluviosas, o veranos infinitos y domingos azules. Gritando Florence and the Machine por el pasillo o llorando Damien Rice en el sofá. Que más da. Tú seguirás siendo tú y tendrás que aprender a ser feliz en la ciudad sin nombre. Aunque no veas el mar, el autobús te maree, los gatos se escondan y no exista ningún faro. A veces se puede ser feliz sin sueños.

"Lisboa es rara. Es una ciudad en la que tengo recuerdos de
cosas que no he vivido, pero eso me hace ir despacito,
más tranquila, con dos dedos, torpe, pero acertando las
letras que quiero dar. Estoy tranquila por fin,
al menos no siento que me muero por dentro…
Eso es bueno, ¿no?... Y tengo ganas, pequeñas,
pero ganas de empezar otra vez, y olvidar que esta
y cualquier ciudad está a veces tan triste como yo…
y notar que estoy cambiando, aunque sólo sea un poco.
Bueno, si es mucho, mejor."
Piedras

Amie


Había vivido muchas vidas en muchos lugares. Había terminado por olvidar su nombre y hasta el color de sus ojos, por eso aquello de mirarse en el espejo cada mañana. Verdes o marrones, dependiendo del día. Los días de sol se ponía falda, mejor cuánto más corta, y salía a airear sus penas. Reconocía que le gustaba pasar desapercibida, pero su amor hacia las faldas y los vestidos iba más allá. Se maquillaba para tapar la tristeza, esa que dejaba al aire cada noche de motel. Su vida era como la de cualquiera, pero cuándo daban las 7 de la tarde se acercaba al bar de la esquina. La procesión de todos los días, sentarse en la barra, pedir un whisky con hielo y contarle la vida a un desconocido. Lo que sucedía cada noche era un misterio. Alguna noche terminaba en el motel que había saliendo de la ciudad, abriendo las piernas y cerrando los ojos, para ver si algo le llenaba de una puta vez. Pero no, no era eso lo que buscaba aunque siempre se dejara vencer al deseo. Era una princesa triste. De pequeña había leído muchos cuentos y ya cuando fue mayor olvidó todos los finales. Olvidaba el corazón en la mesilla. Ya no le servía para nada. Hacía tanto que no lloraba que sus ojos estaban resecos. Los domingos su rutina cambiaba. Se ponía un vestido de niña buena e iba a recorrer la ciudad, tomaba un café en un lugar elegante y escribía todo lo que le había sucedido esa semana. ¿Sabes? Cuándo tenía 20 años y aún creía en el amor, un hombre la llevó a ver el mar una noche. Amaneció escuchando las olas desde un viejo coche con los pies en el salpicadero. Jodidamente feliz. Después de gritar mirando al mar que no necesitaba nada más, rogando que la vida no hiciera una de las suyas. Intentó volver a recuperar esa sensación y por eso ahora vaga por las calles, por los bares, la sensación de estar en el momento perfecto con la persona perfecta. La luna es su compañera. Y cada mañana tras el café va al baño a recordar el color de sus ojos. Hoy están llorando. Será cosa del mar…

"Cuando el cielo se oscureció y aunque no eran más que nubes,
tuve la sensación de que todo se terminaba y la sensación de haber
sentido lo mismo un millón de veces antes."
Ray Loriga
Está sonando..


Aquella noche se había dado un baño relajante, incluso había puesto velas alrededor de la bañera, era una noche para ella, solamente para ella. Habia estado todo el día dando vueltas por sus calles favoritas, sentándose un poco en cada banco, a observar. Poco a poco estaba consiguiendo la calma que necesitaba. Tras el baño, se puso sus mejores galas y se sentó en la mesa, cena para uno. Estaba todo preparado con mucho mimo y cuidado, su comida favorita, su vestido favorito y de postre flan. Por un momento los fantasmas dejaron de resonar en las paredes. La ciudad estaba tranquila. El silencio lo inundaba todo de paz. Tras la tormenta del corazón había aparecido la calma. Llegaba la hora de irse a la cama, se quitó el vestido y lo dejó doblado en la silla. Se acostó, y cogió uno de sus libros favoritos. A partir de entonces no necesitaría nada más para ser feliz que bancos, libros, vestidos y calma. Y el mar algún día que otro para recordarle que las cosas, al igual que las olas, tal como vienen, se van. Y la tierra no echa de menos nada, sólo sigue viviendo.

"Volveré a los sitios donde nunca he estado,
como vuelvo siempre al punto de partida.
Vendo corazones de segunda mano,
y unas zapatillas para huir deprisa,
con la conciencia tranquila
con la rabia precisa
miro a todos lados.."
Quique Gonzalez


La tormenta se aproxima y las nubes cubren nuestas cabezas. A los autobuses les gustan los domingos y las carreteras vacías. A mi la ciudad silenciosa me revuelve el estómago. En las aceras resuenan mis pasos solitarios, las luces se encienden en las ventanas y se aproxima la noche. Estamos solos. La vida es un circo para el que no tenemos entrada. La felicidad se nos escapa de los ojos por mucho que queramos atraparla. No está tu voz al otro lado del teléfono. No existen palabras que nos rescaten de los días grises. Saco mi alma a pasear y la encuentro muerta de frío sentada en un banco. Las promesas se terminan desdibujando en el infinito y no tenemos nada que llevarnos a los labios. La soledad nos araña las entrañas. Me acerco a la ventana y pierdo poco a poco el aire. Escribo en el vaho mensajes que nunca podrás ver. Los trenes siguen su curso. La vida pasa, y pesa. Los sueños se esconden en la maleta esperando un nuevo viaje que quizá nunca exista. Yo quería ir a la luna y a tí se te olvido como llevarme. Sólo necesitabas tus manos, un par de besos y unas cuantas palabras. Cuando te olvidaste de que eramos eternos..

Aún queda tanto por vivir,
tantas cosas por hacer
aunque pesen los fracasos.
Cuántos veranos perdí
buscando aquella canción.
Siempre estuvo en tu regazo.

Nuestro error nunca fue amar
como si el jodido mundo
acabara en nuestro abrazo.
Que nadie te haga pensar
que no fuimos los mejores
cuando el sol ardía en tus labios.
Ismael Serrano

A los que luchan sin gritar..



Estamos muertos. Estamos rotos en mil pedazos. Aún así nos levantamos cada mañana con una sonrisa sacando fuerzas de debajo de las sábanas. Caminamos con la mirada cabizbaja soñando con mundos que nunca pisaremos. Vamos a la luna cada sábado por la noche entre copa y copa. Sueños de ida y vuelta. Nos despertamos sin ganas de pisar las calles y aún así recorremos el mundo entero. Cada pisada es un golpe en el corazón. Los domingos son trenes a ninguna parte y hay nostalgia en el fondo de la taza de café. Alcanzamos a soñar que es lo poco que nos queda. Nos perdemos en los giros de la vida para aparecer a la vuelta de la esquina. Hacemos el amor y la guerra dependiendo del día. Nos maquillamos las ojeras y nos pintamos sonrisas. A veces nos cortamos el pelo y dejamos escapar por la ventana la tristeza. Los lunes tomamos café para recuperar fuerzas y enfrentarnos a la vida. Y así vamos, riendo y llorando, soñando y destruyendo sueños. Muertos por dentro y vivos por fuera. Colgándonos de las agujas del reloj esperando que alguien nos rescate. Y nos lleve lejos. Donde los sueños se hacen realidad y el café no es amargo, cada atardecer es una sonrisa y cada amanecer es la llave a un nuevo mundo. Un mundo en el que es obligatorio mirar al cielo cada mañana y sonreir. Estamos muertos, pero deseamos resucitar cada segundo de nuestra pequeña e insignificante vida.


"¡Pero no todos tenemos la fortuna de usted! Tenemos empleos,
vamos al trabajo y regresamos de él en tranvías, autobuses y
metros atestados; a duras penas tenemos un minuto que podamos llamar nuestro.
"
Henry Miller

Siga las flechas azules..



Ya se, voy a quedarme aquí sentada para siempre. Perdiendo la vista por un libro olvidado, uno de esos que sólo resucitan cada vez que entra en contacto con las manos de alguien. Voy a remover este café, mientras imagino que giro en un tiovivo hermoso en lo alto de una montaña. Que tú me esperas, sonriendo, mientras no paro de girar. Que la vida es algo así, unas cuantas vueltas, bajarte y volver a empezar. Voy a remover el café de nuevo, y a aparecer en un avión que despega y me llena por dentro de mariposas e insectos alados. Me sentaré en una nube y pensaré en todos los momentos que llegaron y se fueron, los que aún no sucedieron y todas las sonrisas que nos quedan por contar. Yo seguiré aquí sentada, entre el yo que se fue y el que vendrá, adorando cada uno de los segundos que caminan despacito sobre mi piel. Quizá algún día amanezca cansada de vivir, y olvide el color de mis ojos si nadie me lo recuerda, puede que me olvide de sonreir y lance muecas tristes a todo el mundo. Pero entonces, sólo tendré que mirar al cielo y perderme por la estela de algún avión, ponerme un vestido bonito y bailar dando giros, tomar un té tapada con una manta en el sofá. Sólo tendré que leer un libro bonito que me recuerde lo que es vivir y aparte los fantasmas grises de mi rostro y de mi corazón. Sólo vivir, sólo volar. Dejarme llevar por las calles de esta ciudad, entre el humo del tráfico y el humo de la vida, deslizándome de un momento a otro... y a donde me lleve. Cualquier lugar del mundo es nuestra casa si estás tú. Aún espero que me apartes el pelo, me mires a los ojos y me digas que el mundo es nuestro si nos lo proponemos.


“Mientras caminaba hacia Montparnasse decidí dejarme llevar por la corriente,
no oponer la menor resistencia al destino, como quiera que se presentase.
Nada de lo que me había ocurrido hasta entonces había bastado para destruirme;
nada había quedado destruido, salvo mis ilusiones. Personalmente, estaba intacto."
Henry Miller - Trópico de Cáncer
Volar por los pasillos del metro

En aquel metro de París, sonaba La vie en rose, y si pudiera te llevaría a aquel momento y te daría un beso de esos que quitan la respiración y cualquier rastro de tristeza. Ya sabes que mi declaración perfecta sería dándote un abrazo por la espalda mientras friegas los platos. Un abrazo cotidiano y eterno. No tengo mucho más que decir. Si hoy me encuentro en tu sonrisa me doy por satisfecha.
El arte de Montmartre

Soy un ticket de metro, una pasajera del avión con billete de ide a la tristeza, la música que llena los pasillos del metro y te hace sonreir por un momento. Soy un desayuno preparado con cariño y ganas. Soy un sueño dispuesto a cumplirse y la esperanza cansada de esperar. Me vuelvo gris los domingos y renazco cada lunes y cada vez que visito el mar. Soy el café después de tocar tus labios y un beso apasionado en el sofá. Soy un abrazo de despedida, el más fuerte de todos los abrazos. Soy el libro que está leyendo esa mujer sentada en el banco del parque, con su marcapáginas favorito. Una carta de amor que ha perdido su destino. Una caricia que aparta el pelo de la cara. Una sonrisa complice tras una carcajada. Soy un viaje azul y un paseo por un camino desconocido con margaritas en sus márgenes. Ojos grandes, y muy abiertos para conocer todo lo que me rodea. La pintada en aquella pared olvidada que nos recuerda que estamos vivos. Soy todo lo que llena por dentro y remueve mis entrañas. Vuelo de día a día y tiro porque me toca. A veces sonrío, a veces lloro, el cielo cada dia es de un color distinto y yo cambio con el parte meteorológico. Pero te tengo a tí, y eso asegura al menos una sonrisa diaria.

"Volveremos a tapar las calles
hasta que amanezca con futuro y versos.
Volveremos a ser libres, puros

y tú me pondrás flores en el pelo."

Ismael Serrano

Juegatela un poco, valiente.

Ella sueña con despertar en otro tiempo y en otra ciudad

Había pensado en escribirte una carta de amor hablándote de todo lo que siento. Había pensado en sentarme en la última mesa de una cafetería abarrotada de gente y dejar mi mente fluir. O buscarte en los rostros de cada uno de los presentes. Abrirme en canal y sacar mi corazón y ponértelo en las manos. Para que veas que late, que si me miras más de dos segundos con esa mirada que tanto me gusta me derrito por dentro y termino siendo un mousse de limón. Luego pensé en contarte al oído como nos conocimos, la suerte, la casualidad y las noches de verano. Pero tu corazón era duro como una piedra, no sabía como ablandarlo. Al final terminé sentándome en un banco de la plaza, con un libro entre las manos, recordando las calles de París y nuestro amor. Quizá tú no lo veas y el cielo esté demasiado arriba. El fin del mundo no está a la vuelta de la esquina y hay que luchar con uñas y garras para llegar a él. La puerta tiene una contraseña secreta que sólo puedes adivinar si estás enamorado y los guardianes se enfadan mucho si lo intentan personas que no son de verdad. Supongo que sólo quería decirte que sigo siendo la de siempre, la de nunca, soy la misma persona que pisó la Luna, que puso la Tierra a tus pies, que se fue con lo puesto a la guerra de todas las guerras. Y si quieres saber cuando me sentí llena, te lo diré, en una cama cualquiera mirandonos a los ojos y sintiendo que me deshacia de felicidad. Entre tus brazos. Mirando tus ojos tristes. Y sin que importara nada más en el mundo. Si no lo recuerdas es que no tienes la llave para el fin del mundo. Recogeré mis sueños, mis manos, y volveré a aquella plaza a perderme entre las páginas de un viejo libro. A buscar respuestas para este mundo que cada día da más vueltas. Yo sólo quería que te emocionaras con mi voz y escuchando mis latidos..

"Las miradas se rompen. Los años son golpes.
Los días cara a la pared.
Me parecen tan cerca y tan lejos los buenos momentos.
Y aún así volvería a pasar por el mismo camino a
buscar esa piedra con la que quise tropezar.
Y si viene febrero temblaré de miedo: lo desconocido es brutal
pero es mucho peor saber que ya nada va a cambiar."
La habitación roja

París mon amour


Allí estabamos nosotros, muertos de frío, sentados en un embarcadero esperando un barco fantasma. Las luces de los barcos que pasaban se lanzaban al Sena y conseguían reflejos de todos los colores. Yo estaba sentada en tu regazo, tú me agarrabas por la cintura. El tiempo no existía. La Maga jugaba a soñar por todos los puentes de aquella ciudad en la que el frío y cumplir sueños era más real que nunca. Siempre con bufanda para cuidarse de los resfriados y siempre de tu mano por si el tiempo decidiera separarnos. Las cafeterías están llenas de soñadores que conocieron al amor de su vida en lo alto de la torre Eiffel, las calles nos saludan, preciosas y sonrientes. Enterramos en el cementerio de Montparnasse todo lo que llevábamos en la espalda y ahora volamos ligeros, eternos. Anochece en el embarcadero, las luces del cielo dejaban paso a las luces de las calles. La oscuridad nos envuelve y nuestros cuerpos buscan la calidez, alejados del frío viento. Aquel viento se llevó toda la tristeza y nos dejó las manos llenas de sueños pequeñitos, dispuestos a cumplirse. El Sena nos abrazó por un momento, en el que comprendimos que la vida estaba llena de momentos fugaces que nos hacían crecer un poco más por dentro. Olía a crepes, a sueños a medio hacer y la vida parecía tan bonita como dejarse llevar por aquellas calles. A las que volveremos, pronto. El metro nos llevó de nuevo a nuestro hogar, tras la cena, un té con limón y la certeza de que si cerramos los ojos podemos ser más felices que nadie.

" ¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico. .... referíamos encontrarnos en el puente, en la terraza de un café, en un cine-club o agachados junto a un gato en cualquier patio del barrio latino. Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos. "
Rayuela- Julio Cortazar

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