“Estamos perdidos. Tan perdidos que sólo tú y yo sabemos dónde encontrarnos”


El vértigo es enfrentarse cada día a una nueva mañana, no hundirnos en el café, sonreír y buscar algo que merezca la pena. Hace unos días, un gato paseaba por un balcón de un cuarto piso abandonado. No se como había llegado allí, creo que estaba buscando un rayo de sol. Se colocó en la barandilla y se sentó a mirar a la calle. Desde abajo, le miraba y sonreía. Me dio esperanza. Tenemos que seguir buscando. Puede que nadie pueda salvarnos del asfalto, el mar esté demasiado lejos, puede que se nos amontone la vida en la silla de la ropa sucia y se nos olviden los motivos. Puede que las palabras ya no lleguen, que las personas que creímos eternas, ahora estén caminando en sentido contrario. Vértigo es volver a nacer, pese a la vida, preparar el café con dos de azúcar y una sonrisa, y creer que vamos a ver el mar algún día, que la esperanza no está perdida. Puede que la esperanza seamos nosotros. Ayer Ismael Serrano decía “Hoy es siempre todavía” y nos alentaba a ser los héroes de la rutina. Porque luchamos cada mañana por sentir, que la vida no es sólo ir de un lado a otro, si no encontrar nuestro sitio. Y yo me encuentro en tus pupilas, en tus brazos, en las palabras de la gente que sigue ahí, en las palabras de la gente que se fue. Aquí sigo. Nunca huí, pese a mi afición por coger trenes sin destino cada domingo.

Aún nos queda tanto por vivir, una noche de hotel en cualquier lugar con un baño de espuma, unas cuantas promesas, un viaje a la luna, que tu espalda sea mi aeropuerto. Tenemos que gritar desde un descapotable que hoy somos héroes, mañana quien sabe, mientras la noche nos abraza. Tienes que aprender a bailar, tengo que enseñarte, el pasillo de mi casa es la mejor pista de baile. Tengo que engañar al destino para que te quedes conmigo. Tienes que decirme: “no has crecido nada desde la última vez”. Tengo que darte un abrazo en silencio (no sabes cuánto tiempo he esperado este momento). Tenemos que vivir ese verano que borraste de nuestra historia. Tienes que volver a enamorarte de mis ojos, tengo que volver a escribirte una carta de amor. Porque es tarde para sentir miedo. Toda la vida es ahora.

Que la ciudad es infinita y tus ojos son los más tristes del mundo, pero yo nunca me rindo, yo nunca me rindo.

"Durante meses, más aún, durante años, esperó volver a encontrar a ese hombre del tren. 
Pensaba todavía en esa espera como algo que formaba parte de la felicidad que había conocido con él. Aquella noche se había instalado como algo resplandeciente, inigualable en su vida. 
Ese amor había sido tan fuerte que todavía la hacía estremecer aquella noche."
— Fragmento de La lluvia de verano, Marguerite Duras