Tumbados, de la mano, con vistas al mar.


Aquel verano en el que nos comíamos los labios antes de la cena, después, y antes del desayuno. Y sabías a café, a amor, a mar, a todo lo bonito que es esta vida. Nosotros ardiendo entre cuatro paredes blancas. Tumbados en el césped admirando como el mar gris se junta con el cielo gris y forman un nuevo universo. Descubriendo nuevos lugares que besar, nuevos sueños, y callejeando de tu mano sintiendo que todo es nuevo sólo porque estás a mi lado. Porque eres tú. Mirando al techo en un motel de carretera, después de caminar hasta agotarnos. Sin velas, sin vino, pero con amor del bueno. Algunos días te escogía fragmentos al azar y te los leía entonando, como si fuera poeta. En ocasiones te hablaba de flores, de que me encantaba ponerlas en un jarrón y dedicarme a observarlas. En otras, inventaba un cuento en el que el corazón ganaba y se hacía enorme. Solíamos planear viajes improvisados. En los que yo despertaba entre tus brazos y tú me hacías el desayuno con la única intención de quitarme el mal humor de las mañanas. En los que los dos nos dormíamos agotados de conquistar cada acera y cada cielo. A veces incluso rompíamos los relojes. Y aunque una noche de cada tres quisiera matarte por tus tonterías, sabías como arreglarlo a la mañana siguiente con abrazos. Lady carrusel y lord incomprensible, a veces conquistando el mundo, a veces destruyéndolo, pero juntos. Siempre juntos.

Y tus párpados cayendo se me antojan guillotinas,
y te observaré durmiendo y me pondré a susurrar:
"Nuestras almas no conocen el reposo vida mía,
pero si hay algo que es cierto es que
te quiero un mundo entero con su belleza y su fealdad."

Nacho Vegas

(Fotos: "Soñadores", "The future" y "Midnight in París")

Te voy a hacer bailar toda la noche.


Una sala de espera en medio del desierto. Y te preguntas: ¿A qué esperas? Los pájaros de mi espalda están deseando echar a volar, y este cielo azul no admite más promesas. Tengo una azotea con vistas al mar y dos tumbonas esperando que nos propongamos vivir y olvidarnos del mundo. Un par de abrazos entre las costillas y más ganas que nunca de ser feliz. Encontré respuestas en los libros, algo me decía que merecía la pena vivir si te servías el café cada mañana. (O me lo servías tú) Y me falta una copa de vino para festejar que somos, que existimos, que toda la vida es ahora. La historia de mi vida, unos ojos grandes que quieren volar. Buscando unos ojos marrones tras el periódico en la cafetería de siempre. Modigliani que pinta a Jeanne, buscando su alma en el fondo de sus ojos, entre trazos verdes y azules. Cortazar paseando con la Maga por aquel París olvidado. El blanco y negro de la nostalgia fundiéndose con los colores en aquel cuadro que coronaba el salón. La vida consumiéndose como un cigarro. Tachando los días del calendario cada vez más felices. Persiguiendo azoteas, corriendo en dirección contraria mientras la lluvia nos cala los huesos. Intensos. Azules. Odiándonos y amandonos a partes iguales. Descubriendo que la vida es fácil si sabemos mirarnos a los ojos.

"La vida era estupenda. Lo único que uno tenía que hacer en ese pequeño mundo suyo era ser escritor o artista o bailarín y quedarse sentado o ir por ahí, inhalando y exhalando, bebiendo vino, simulando que uno sabe qué coño pasa."
Bukowski

Las revoluciones bajo la almohada.


Recuerdas las veces que quisiste lanzar por la ventana los recuerdos. Y los lanzaste, esperando que se fueran cayendo poco a poco hasta estrellarse con el suelo. Observaste, desde arriba, como ya no quedaba nada en lo que habías creído. Por lo que habías luchado. Recuerdas las veces que te escribiste en la frente: Todo irá bien. Y a la mañana siguiente sólo quedaba un rastro de tinta y un millón de lágrimas. Cuando intentabas leer, deprisa, sólo queriendo encontrar un par de palabras que te dieran la respuesta. Y caíste, al suelo de la cocina, sin fuerzas, mientras se desangraban ojos y corazón. Ni trenes, ni papeles, ni sueños, ni beber hasta reventar el tiempo. Nada que llene este corazón y logre calmarme el pecho. Ahora sólo queda tirar el corazón por la ventana y esperar que algún coche lo atropelle. Que un amanecer venga y me arranque la tristeza de una puta vez. Olvidar los mares, perder la vista en el infinito y encontrar algo. ¿Dónde está la vida cuando la necesitas? Los sueños bajo el felpudo y las revoluciones bajo la almohada. Las ganas en el fondo de mis ojos. Ya no nos queda más que distancia.

"Quizá estar vivo sea esto: perseguir instantes que mueren."
La elegancia del erizo.

Pero aquí dentro del pecho estoy bajo cero.


Fuimos cometas, lo fuimos todo mientras devorábamos la vida en cada tren, en cada estación. De mi casa a tu casa y tiro porque me toca. El mejor momento del día era tu sonrisa. Los domingos que nos tumbábamos a ver aviones, los lunes que corríamos por las calles. Buscando un gato tras cada esquina, agotando las ilusiones para crear otras nuevas. Lo fuimos todo. Viajando sin movernos de la cama, besándonos hasta perder la conciencia, acariciándonos los sueños despacito, por temor a romperlos. Y un día arriba y otro abajo, matándonos y amándonos a tiempo completo. Reconciliándonos en el suelo y discutiendo en la cama. Fuego. Agua. Y vuelta a empezar. Caminando de la mano por cientos de carreteras secundarias en las que yo imaginaba historias de heroínas de fondo amargo. No me digas que te estabas volviendo gris, no me lo repitas más veces porque yo siempre te pinté de colores. Siempre. Y mientras tus lágrimas resbalaban por mi cuello y las mías por tu pelo comprendí que ya no eras capaz de ver el fondo de mis ojos. No sabías que necesito más amor que cualquiera. No sabías que te daría más amor que cualquiera. Ya no estabas allí. Te habías ido hacía mucho tiempo. Yo, caminaba sóla por las carreteras secundarias, yo, me perdía viendo aviones en el cielo, yo, cada día más gris. Yo, volvía a casa de la ciudad del viento en el tren de siempre pero sóla como nunca. El paisaje no me decía nada. No había ninguna señal. Ya no quedaba nada. El vaso no estaba ni medio lleno ni medio vacío, estaba roto en mil pedazos. 

"Se aferra el corazón a lo perdido.
Cantar es disparar contra el olvido. 
Vivir sin tí es dormir en la estación."
Joaquín Sabina

Porque vivir es el único reto.


Mi silueta recortándose en la terraza de aquel primer piso de París. Después de amanecer a tu lado y creer que todas las mañanas serían así. Desayunarnos los labios y tomar el café en tres sorbos dispuestos a comernos el día. Se desvanece. Nosotros en lo alto de la ciudad, de la mano, susurrando todo lo que nos queda por vivir. Ya no queda nada. Ahora sólo quiero que el amanecer me pille desprevenida, corriendo como loca hacia las olas de cualquier playa. Desnuda. Intensa. Despojándome de todo lo que me queda y quedándome sólo con los sueños. Ismael Serrano me invita a planear una huída. Y yo sólo quiero amanecer en una azotea, viendo las estrellas, pidiendo deseos. Sabiendo que la vida es fácil. Que siempre hay trenes a la hora en la estación. Que todas las mañanas habrá alguien que quiera desearme los buenos días, aunque sea un desconocido en el ascensor. Y todas las noches habrá alguien que me arrope desde el cielo susurrando “No estarás sola”. Y regaré la vida, y me coseré la sonrisa cada mañana hasta que la que salga sea verdadera. Siempre habrá algo que me haga sentirme viva. La música, la poesía, los amaneceres, los gatos, los sueños, todo lo que nos hace grande sin que nos demos cuenta. Y un día despertaré, y me sentiré en total armonía con el mundo y sabré que todo habrá merecido la pena. “Porque vivir es el único reto.” 


"Como quien no quiere la cosa. Ninguna cosa. Boca cosida. 

Párpados cosidos. Me olvidé. Adentro el viento. Todo cerrado y el viento adentro. "
Alejandra Pizarnik.