Sincronicemos nuestros corazones

Te echaré de menos, bonito. Te dejo con unas cuantas Clementines alborotándote en los bolsillos y un par de te quieros escondidos en el corazón. No te olvides de mi, porque volveremos a conquistar el mundo. Te llevaré a la playa más secreta del mundo a comernos a besos y lo que no son besos. Estos días mi corazón latirá a medio gas... pero a medianoche, cuando nadie pueda verme, haré que grite tu nombre y sincronizaremos nuestros corazones. Como hacen en las películas con los relojes, ¿Sabes? Y en ese momento volveremos a ser uno, pese a la distancia, las estrellas, y que no pisemos las mismas calles. Me voy a compartir sonrisas con personas a las que les faltan, con niños mayores que adoran las pequeñas cosas de la vida. Iré a la playa, pasearé, y dedicaré mi tiempo a llenarme la vida de buenos momentos. De vez en cuando no está mal dedicar parte de tu tiempo a quien lo necesita. Volveré, para comerte a besos y enseñarte que juntos la vida es menos mala, y que adoro tus ojitos.

Habitación 202

Tengo 3 euros en el bolsillo y muchos sueños con ganas de cumplirse. Tengo poco dinero, ojeras, y algo que me hace sonreir cada mañana. Ahora sólo tengo ganas de que sea mañana para atrapar segundos de tu mano. Que me susurres al oído Clem, y mi corazón te diga Joel. Retrata mis sonrisas que son todas por y para tí. Los fotomatones son los testigos de nuestros besos matutinos, y los desayunos colosales. Robando la mermelada y algún que otro bollo, que la vida está muy cara. Entre el agua más azul del mundo, sudando amor por cada poro de la piel. En ascensores con espejos que son puertas a otros mundos. Habitación 202 hasta el día de nuestra boda. Quiero decirte que aunque los kilómetros se interpogan entre nosotros yo siempre te siento latiendo en mi pecho. Y si algún día te olvidas de nuestros besos preciosos cierra los ojos y recuerda las veces que coloco tu cabecita en la cama y me quedo mirándote.. para no olvidar nunca esos ojitos tristes que me hacen la más feliz del mundo.

Que nada nos separe nunca. Nunca. No sería capaz de parar el tiempo con un abrazo nunca más.
¿Te atreves a romper los relojes y quedarte conmigo para siempre?

Algún que otro secreto


El sueño, el suelo, los laberintos de la mente son tuneles de alcantarillado que terminan en el asfalto. Lo que nosotros entendemos cómo vida depende de nuestras percepciones. Hay personas que serían capaces de ver todos los atardeceres y personas que odian el cielo porque hace demasiado tiempo que no son capaces de mirarlo. Cuándo uno sueña, otro enferma, otro besa, y el último maldice haber soñado. Somos tan diferentes y sin embargo todos vivimos en el mismo mundo. Cada mañana cada persona desayuna algo diferente y mientras lo digiere piensa en lo que hará al día siguiente. Sin duda, hay demasiados mundos dentro de nuestro mundo. Las personas sensibles son capaces de notar esos mundos a su alrededor. En una sala llena de gente son capaces de captar los sentimientos que fluyen por el aire, ternura, amor, desamor, decepción. Absorben todos esos sentimientos y los plasman en algún lugar. En su día a día. Van formulando teorías que van desechando otras asumiendo lo simple de la vida. Esas personas al final acaban sabiendo que lo más importante de tus mañanas es besar a la persona que quieres mientras desayunas lo que más te apetezca. Concluyen que lo más importante es llenarte el corazón de buenos momentos. Admiran el cielo, la vida, la belleza de ver a una persona sonreir. Entre el inmenso laberinto de pensamientos de cada persona hay un patrón común. La felicidad procede del mismo lugar, y no es el paraíso, ni es verde, ni está lleno de palmeras. Todo se reduce a que el tiempo no te mate, ni el asfalto ahogue tus sueños. A que cada mañana te dediques cinco minutos a mirarte a tí mismo sin falta de espejo. Después, sueñes, mientras tomas tu desayuno favorito. Para por la tarde romper todos los relojes y dedicarse a vivir con todas las letras.

Sonreíste a quemarropa..

Somos jóvenes y libres, podemos ir, venir, volar, besarnos hasta que nos duelan los labios. Emborracharnos de vida y de lo que no es vida, disfrutar cada segundo como si fuera el último o el penúltimo. Hacer eternas las noches y viajar hasta la luna. Tomar apuntes de la vida para cuándo se nos olvide como sonreir. En aquel puerto el tiempo pasaba lento, y nosotros lo saboreábamos a la vez que el helado de yogurt y mandarina, mi favorito. Algo me decía "somos libres, más que nunca". De repente nos dió por despegar sin soltar los pies del suelo, nos besamos en lo alto del cielo, pasamos la noche en alguna nube perdida, habitación 202. Y al día siguiente, deseosos de aventuras, caminamos por una vía de tren fantasma. Seguimos sus raíles al lado del mar, cogidos de la mano. Las vistas eran impresionantes. La banda sonora eran las olas del mar chocando contra las rocas y la espuma de mar. Visitamos una playa desierta, hicimos un picnic extraterrestre y nos amamos como nadie. Volvimos a ser libres, eternos. Mirando al mar en silencio y a tí después supe que eramos increíbles. ¿Cuántas aventuras me esperan de tu mano? Cuando sepamos el secreto de las casualidades sabremos porque nos queremos con todo el alma. Somos tan fuertes como las olas que rompen contra la barandilla, y tú decías: Nadie podrá con nosotros.. y nadie lo hará. Desde hoy comienzo a creer en los finales eternos, o mejor, en los finales abiertos.

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Cada vez que veamos un espejo en un cruce de caminos, nos haremos una foto. Para no olvidarnos de que están hechos los cruces de caminos, de lo inesperado, lo incierto. Para guardarlas en nuestro álbum de cruces de caminos, abrirlo dentro de 20 años y saber que dimos la vuelta al mundo en cada espejo. Que justo después de cada foto, nos besamos. Y el tiempo se paró, y todo quedó en suspensión en un instante para acelerarse después.

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Hay días en los que se junta martes, y trece, y suceden catástrofes. El corazón se queda vacío, y los segundos no hacen otra cosa que gritar cada vez que la aguja hace tic-tac. Hace días que no te veo, pero aquí sigo soñándote. Con ganas de perder los papeles, o tirar los apuntes por la ventana. Hay días en los que nada me llena y me pierdo entre los cuadros de cualquier lugar mientras juego a ser quien no soy. Una heroína, una doncella, una princesa de cuento. Sólo tengo ganas de acercarme mucho a tí, tanto, que nos duela de felicidad, y darte un beso. Olvidame del mundo, olvidarme que a veces no encajo, que el mundo es demasiado pequeño para mi, por eso creo otros. Mudarme a una casa en la montaña y desayunar un vaso de leche caliente cada mañana sentada en el escalón de la entrada. Que mis doscientos gatos me den los buenos días, que tú me quieras cada mañana. Tranquilidad, respirar aire puro, leer, soñar un poco, olvidarme del ruído de los coches, del ajetreo, de los horarios, del maldito tiempo que nos ahoga. Ver el mar, escaparme con él a visitar otros continentes, perderme bajo las olas sin miedo a ahogarme. Tengo miedo a nadar entre el asfalto y que alguna bocina ruídosa eche a perder mis sueños. Me despierte y me diga: No estamos aquí para soñar, siga usted su camino. Hay días grises en los que sólo necesito escapar, alejarme y que la rutina no me mate.
¿Me acompañas en mi viaje al fin del mundo?

Clem y Joel




















































































"La mayoría de los días del año no tienen nada de especial, comienzan y acaban sin dejarnos recuerdos perdurables en la memoria, la mayoría de los días no tienen ningún impacto sobre el transcurso de una vida; el 23 de mayo, era miércoles..."
500 días juntos.

Aquel 12 de Julio era un día cualquiera, con una noche cualquiera. Pero algo lo cambió todo.
Soy jodidamente feliz, gracias.
Hasta dentro de diez mil años.

"Tú y yo juntos sí que somos los campeones del mundo"

De heroes y esas cosas

Te voy a contar un cuento precioso, empezando por el principio. Erase que se era una vez, una niña que no quería crecer que había perdido el norte y cualquier punto cardinal. Los días en su vida pasaban lentos, cabizbajos, las horas nunca llegaban a su punto álgido y siempre cogía el bus para regresar a casa triste. Una noche de verano, un héroe apareció en escena. Podría decir que llevaba una capa azul de Super Hero y que sobrevolaba los tejados antes de aterrizar. O que vino corriendo desde su guarida secreta alertado por unos gritos. Hacía mucho tiempo que ella gritaba por dentro y nadie la oía. Y esa noche lo cambió todo. El héroe era experto en escuchar historias extrañas de la niña que había perdido el norte. Ella empezó contándole porque se llamaba así y porqué le gustaba tanto Clementine, pasando por los olvidos, los daños, los roces y los disparos al corazón en nombre del amor. El héroe podría haber marchado asustado, pero se quedó, mientras la miraba ensimismado. La noche pasó, ellos rieron, bailaron, soñaron, y amanecieron en una playa cualquiera que terminaría siendo su sitio favorito. Ella tenía miedo, mucho miedo a amar, por aquello de los disparos al corazón. El era experto en escuchar pero primerizo en amores. Y así estuvieron, la trágica y el primerizo compartiendo sus días y sus noches durante muchos días con sus correspondientes noches. Ella no quería volver a perder el norte, había quemado tantos recuerdos que tenía miedo que se le escurrieran entre los dedos de nuevo, y se prendieran fuego por sorpresa. El héroe, que también lo era curando corazones heridos, lo cuidó todos los días las 24 horas. No había quien pudiera pagar aquel trabajo tan costoso. A día de hoy, puedo contarte que el héroe llevó en su capa a su heroína trágica y surcaron los cielos y los mares. Que se perdieron en la última fila del cine, en la primera, en los portales, en fiestas, en cualquier hueco en el que estuviera permitido el amor. Que se aman como nadie, como nunca. Sus abrazos siempre son de película y los besos los más increibles. Hasta dentro de diez mil años, por lo menos.

La vie en A

Los árboles al final se vistieron de colores, las flores se instalaron en mi falda y no tienen ganas de irse. Coge una, pide un deseo y cierra los ojos. Las gaviotas gritan desde los tejados porque no les gusta que colonicen su playa. A mi la verdad que tampoco. Prefiero el mar solitario de invierno, la playa desierta, la mente despejada y las manos llenas de paz. Los gatitos caminan bajo el sol y se asustan cuando oyen pasos extraños. Pequeños felinos llenos de sabiduría. Nosotros nos perdemos por las callejuelas cada día mas locos, cada día más felices. Me retratas mientras intento acariciar un gato desconfiado, tus ojos se pierden en mí. Que bonita la vida cuándo me miras, todo se me antoja perfecto. El movimiento del aire, los rayos del sol, el leve movimiento del mar en su eterno baile. Algo estalla dentro de mi, algo me dice que somos eternos. La vie en Rose, la vie en A, compra todas las postales antiguas de esa tienda y mándamelas una a una. Contándome que la vida sin mí se hace dificil, que extrañas mis manías y mis locuras, mis ojos que cambian de color. Escríbeme historias imposibles y las posibles hazlas realidad a mi lado. Que hoy tengo ganas de que esto nunca se pare. De desayunarte, de comerte, merendarte y si me queda hambre cenarte. De coger flores a tu lado, decirte que son preciosas y que me mires pensando "Cada vez que vemos una flor me lo dices". De que me regales una cámara de fotos de mentira y posemos con la sonrisa más grande. De ver todos los mares de tu lado, coger todos los aviones, pisar todas las nubes. Escríbeme en esas postales que te gustaría pisar lugares secretos de mi mano, y llenarlo todo de magia. Que te sabes de memoria mis lunares y no quieres conocer otros. Porque yo, estoy segura de que no quiero mirar otros ojos.
Hoy dos canciones escondiditas

Por las noches antiguas y la música lejana





















El teléfono no dejaba de sonar, y ellos, ajenos al mundo exterior lo único que hacían era mirarse. Sonaba jazz, una melodía suave que envolvía sus cuerpos y el whisky llenaba los vasos que bailaban encima de la mesa. Estaban comiendose con los ojos, como lo hacen dos personas sabiendo que precisamente el instante despues estarán comiendose con los labios. Todo comenzó con un baile, el baile más lento y más bonito del mundo. - Si quieres que pare, dímelo ahora - Nadie te está diciendo que no sigas.. Lo de después fueron besos apasionados, mezclándose con el jazz y haciendo de aquella noche una noche perfecta. El papel que empapelaba la habitación se derretía. - Llévame alguna parte, a algún lugar al otro lado del mundo ahora. -¿Qué te parece Italia? Amanecieron abrazados, él le acariciaba el pelo y le contaba historias al oído mientras ella reía más fuerte que nunca. El contaba sus aventuras y ella por un momento lograba escapar de su monótona vida. Viajaba sin moverse de aquella cama, el mejor lugar del mundo. El había roto todos sus esquemas. Se bañaban a la luz de las velas mientras el agua resbalaba por sus cuerpos. Se habían enamorado terriblemente. El tiempo pasaba, el tiempo corría. El fotografiaba sus manos y ella le miraba ensimismada, y luego le besaba. Terrible amor, ese que te coge desprevenido y te hace soñar con escapadas a ritmo de jazz. No querían nada más que eso que tenían. Un día a día precioso y eterno que se escapaba bajo la puerta cuando se descuidaban. Haciendo el amor hasta que les dolía el corazón, haciendo la vida un lugar feliz hasta que se les cansaba el corazón. La vida era eso. Eran ellos.

Ven conmigo, márchate conmigo- mientras su vista se perdía a través de la ventana.
Ella hacía la maleta y planeaba una huída perfecta. Al final, deshizo la maleta y dejó los sueños recluídos en aquel lugar, donde soñó para siempre con su vida con él. Brindando en silencio por aquellas noches perfectas en las que descubrió lo que era el amor. La realidad volvió a matar los amores de película, pero sus besos aún sigue resonando en esas paredes. Se amaron en silencio toda la vida. "Lo único que puedo hacer es guardar lo nuestro en alguna parte de mi, y recordarlo toda la vida" Aún conserva aquella nota:
"Si quiere cenar conmigo cuando las luciérnagas estén volando, venga esta noche cuando haya acabado, a cualquier hora"
(Todo inspirado en)Los puentes de Madison
Hay días que concentran todo el gris del mundo en el cielo. El mar se vuelve triste, los peces nadan a contracorriente buscando un resquicio de luz. Los barcos de los puertos se agitan con la esperanza de escapar a mar abierto. Millones de paraguas acechan por las calles planeando el crimen perfecto, los portadores de paraguas no saben nada del tema, ni quieren saberlo. Un pequeño revuelo agita la ciudad, a nadie le gustan las tormentas de verano. Aviones sobrevolando los tejados, sentimientos al borde del andén, autobuses que vienen y van portando ilusiones sobre el asfalto. Limpiaparabrisas para los ojos por si llueve demasiado y no logras ver. Carne hecha trizas en la carniceria de la esquina: Como le pongo el corazón, ¿en trocitos? ¿se lo envuelvo? Una respiración en quiebra, una mano anciana que no logra coger las bolsas de la compra. Un suspiro quejumbroso al llegar al último escalón. Tormentas que hacen arder las aceras cuándo apenas quedan fuerzas. Pájaros que cantan muy bajito en las ramas de los arboles mientras un lobo les observa relamiéndose. Todo se destruye, todo se va perdiendo poco a poco. Y dime, que pasará cuando no quede nada. El mundo gira en un sentido absurdo y los segundos se confabulan para pasar demasiado rápido. Los árboles son mecidos por el viento, los cuerpos son mecidos de un segundo al siguiente, hasta olvidar en qué momento exacto están. Todo fue inundado por el gris y no hay manera de que vuelvan los colores.

Llévame a ver el mar dónde las olas rompen, y dime que quieres pintar este mundo gris a mi lado. Que no importa que no salga el sol porque nosotros juntos brillamos más. Que cuidaremos nuestro reino de cartón y sueños como si nos fuera la vida en ello. Aprenderemos a vivir cogiéndonos la mano y agarrándonos a lo que sea porque juntos somos los mejores. Conquistaremos el universo pasito a pasito. ¿Verdad?

Thunder road

Aquel coche tenía las ruedas cansadas de rodar por carreteras secundarias, la luna trasera agotada de mirar como el infinito se perdía cada vez que alguien se asomaba a través de ella. Curioso sentimiento el de ver cómo las cosas cada vez se quedan más atrás y se hacen más pequeñitas. Los árboles se encogen hasta hacerse invisibles y la linea recta que divide los carriles parpadea hasta desaparecer del todo. El viento te despeina el pelo mientras todo se aleja de tí. Aquel coche había muerto en una explosión. Tenía restos de vidas en sus asientos, hierros que dejaban constancia de que algún día había recorrido tantos kilómetros que irremediablemente había llegado a su fin. Quizá alguien había llevado en él a la mujer de su vida por carreteras secundarias hasta lo alto de un monte para enseñarle lo cerca que pueden estar las estrellas. Quizá se escapó hasta el mar con el único propósito de llenar de sal sus cuerpos para luego quitarlo a lametazos. Había vivido historias de amor, diálogos de película o de canción: No soy un heroe esto está claro, todo el rescate que puedo ofrecerte esta bajo este sucio capó, con una oportunidad para hacerlo bien de algún modo, porque qué otra cosa podemos hacer, mas que bajar la ventanilla y dejar que el viento sople tu melena, la noche se abre ante nosotros, estos dos carriles nos llevaran a algun lugar, tenemos una útima oportunidad de hacerlo realidad, convertir esas alas en unas ruedas, vuelve al coche, el paraíso nos espera al final de esos caminos. Ven, coge mi mano viajaremos esta noche en busca de la tierra prometida..
Algo me dice que ha estado dando vueltas por el cielo disfrazado de avioneta para que nadie se enterara que los coches podían volar.. alguien comerciaría con ello y por todos es sabido que los sueños no se venden. Había corrido tantas aventuras que su final fatídico no había sido tal. Con las ruedas cansadas de sentir, el volante hecho trizas, suspiraba feliz. No importaba el final porque durante su vida había sido testigo de atardeceres sin fin en caminos de tierra, sueños sin fin en montañas verdes, se había empapado de vida y de sol en sus largos paseos. Quizá en unos minutos, se disfrace de avioneta de nuevo y surque los cielos en soledad. Y vuelva a vivir los amores en lo alto de una nube, las escapadas por ese cielo azul. Quizá cada vez que vea una avioneta recuerde que los coches pueden volar, y que soñar nunca está de más.