Te habías despedido y sabía que era la última vez que te vería. Era una despedida de esas que te partían en dos y te dejaban el corazón hecho añicos. Todo el suelo estaba lleno de pedazos. Como un puzzle que no encaja. Como la vida cuando nos frena de golpe. He perdido la voz gritando tu nombre, he muerto en todas las esquinas de tu cuerpo, me he dormido en tu pecho tantas veces que no se dormir en mi cama. Tan grande. Tan lejos. He corrido por todas las calles del mundo odiando mis ojos, mi piel, mi pelo, me he subido a la azotea más alta y he creído tocar el cielo con la punta de mis dedos. Pero era un sueño. He cogido más trenes que nadie, buscándote al final del vagón, con la camisa de cuadros y la mirada despeinada, sonriéndome. Era un sueño. Y ahora que no hago más extrañarte he vuelto a todos los bares, he bebido demasiado, estoy borracha de tristeza y no hago más que escribir tu nombre. Que no hay nada más grande que tu abrazo justo antes de despedirte. “más fuerte, como si me quisieras romper” y vaya si estoy rota. Llevo tanto tiempo rota, esperando una respuesta del tiempo, que he decidido romper todos los relojes y arrancarme la piel. No quiero que duela. No quiero que me duelas. Volverás a irte y todas las canciones me hablarán de ti y tendré que beberme la vida para no acordarme de ti, de que eras mi única constante, el único que me hacía creer y reír. Tendré que coger aviones sola, escribirte en los aeropuertos, cogerme a mi misma la mano en el despegue y en el aterrizaje. Volveré a olvidarme de la felicidad y llegaré todos los días a casa de madrugada, sin saber qué hice, ni con quién hablé, en una espiral de locura que se llama desamor. Y tú olvidarás a la única que te volvía loco en todos los sentidos. Tu vida será calma por fin. Y el puzzle nunca logrará tener todas las piezas porque la más importante siempre fuiste tú. Compraré plantas, regaré las flores, dormiré entre libros, y puede que algún día me olvide del olor de tu cuello. O puede que lo recuerde siempre, como esta noche, en la que te necesito jodidamente a mi lado, y no puedo hacer otra cosa que gritar y escribirte. Ven. No te vayas. Otra vez no.

“Era una especie de enfermedad triste, de tristeza enferma, 
en la que llega un momento en que ya no puedes sentirte peor. 
Creo que sabes lo que quiero decir. 
Creo que todo el mundo siente eso de vez en cuando. 
Pero yo lo he sentido muy a menudo, demasiado a menudo.”
Charles Bukowski 


Viviremos de recuerdos hasta que no quede futuro.



Hubo un tiempo en el que conquistábamos todos los mares y los domingos estaban hechos para no salir de la cama. Para quedarnos a vivir historias y sueños. Para vivirnos. Luchábamos contra viento y marea y salíamos cada día a comernos el mundo. Soñábamos con ese futuro intangible, lejano, hecho de viento y aviones, donde el cielo quedaba tan cerca como nosotros quisiéramos imaginarlo. En verano paseábamos por el puerto, viendo como todas las parejas del mundo se comían a besos, y los niños jugaban a ser mayores, los mayores querían volver a jugar. En invierno nos refugiábamos de la lluvia y de la vida en los cafés, llenos de inspiración y de chocolate caliente. Te contaba mi día: “Hoy me he levantado a las…. “(he estado todo el día pensando en el momento de verte llegar). Y tú sonreías y te perdías en mi risa y en mis lunares. Si aún sigo luchando es por esa sonrisa, por tu mirada de “cruzaré todos los mares por ti". A veces íbamos a la biblioteca y nos perdíamos por diferentes pasillos, y te observaba desde lejos como si fueras un desconocido. Luego, me acercaba sigilosamente (en las bibliotecas no se puede hacer ruido) y te daba el beso más bonito que tenía reservado para mi desconocido conocido. Salíamos con un montón de libros y algún papel que nos avisaba que teníamos que ir a ver clásicos de cine, o algún taller de literatura. Nos entendíamos demasiado bien. Recuerdo que en primavera salíamos a pasear por los campos llenos de flores, con mi cámara, tu pelo despeinado, y cada vez que veías una margarita me la colocabas en el pelo. También había momentos raros, cuando el amor se volvía odio, y no entendía tu risa, ni tus ojos, y quería escapar lejos de tus manos. Pero eran tan pocos. La felicidad era tan grande. Al fin y al cabo no hay nadie que entienda mi risa tan bien como tú, aunque ahora no quieras verla, aunque quieras alejarte. 

Sólo se escribir de recuerdos. “No se puede cambiar el pasado”. No podemos inventarnos un nuevo futuro si estamos destinados a no existir. Se que no me leerás, ya ni mis palabras te importan. Supongo que es como levantarse cada mañana sabiendo que nada va a cambiar, y seguir intentándolo, seguir chocando contra la misma pared sólo por un instante más, por un momento más. Con la sonrisa rota y la espalda llena de arañazos. Se está acabando, ya no queda nada. Viviremos de recuerdos hasta que no quede futuro.

“Te digo que estoy solo y que me faltas.
Nos faltamos, amor, y nos morimos
y nada haremos ya sino morirnos.
Esto lo sé, amor, esto sabemos.
Hoy y mañana, así, y cuando estemos
en nuestros brazos simples y cansados,
me faltarás, amor, nos faltaremos."
Jaime Sabines