"Que desde aquí se le puede cambiar el rumbo.."

chemical imbalances - week 7.  
(Esta vez la foto no es mía. Click en la foto para ver la fuente.) 

Estaba desnuda, tumbada en la azotea. Puede que sintiera todo este frío de otoño, o puede que no sintiera nada. Tenía los ojos cerrados, y el vello de sus brazos se erizaba con cada respiración. Recreaba en su mente la última vez que le había visto en aquella cafetería inmunda, la conversación superficial, hablar sobre el tiempo que hace para no hablar del tiempo que pasa. Recordaba también, cómo después de dejarle sentado en la misma mesa en la que días atrás se comían a besos, había huido a ver el mar. Por aquello de que siempre tiene respuestas. Esta vez no tuvo ninguna. Caminó por la orilla esperando oír algo más que ese rumor embravecido de las olas, los susurros de los árboles en la lejanía, el silencio hecho poema. Seguía desnuda, tumbada en el suelo, y cada ola que recordaba le hacía derramar una nueva lágrima. Hacía días, un edificio de su ciudad se había derrumbado, y ella sentía su pecho como ese edificio derruido. Los recuerdos penetraban por las ruinas, llenándolo todo de una luz artificial. De un dolor inmenso. La ciudad seguía latiendo ajena a las ruinas. El corazón seguía latiendo ajeno a la vida. Era medianoche, y no había estrellas. Estaba borracha, borracha de vida, y había decidido desnudarse en un arrebato de pasión. Seguía desnuda, caminando por el bordillo de aquel tejadillo susurrándose a sí misma que podría con todo. Que los edificios se derrumban, y se construyen otros nuevos. Que los recuerdos se marchitan y nacen otros, más grandes, más sinceros. El mar volvería a tener respuestas, la noche volvería con sus estrellas, no estaría sola. Alguien se enamoraría de sus ojos tristes. Alguien enamorado de la lluvia. La llamaría lluvia. Vestiría su cuerpo desnudo y la abrazaría todas las noches. Porque era frágil como un pájaro con un ala rota, como las ruinas de ese edificio, como todas las noches angustiosas, el bordillo de ese tejado, como su caminar lento y sus ojos tristes. Era lluvia, y caminaba por la azotea desnuda, sin nada que tapara esas lágrimas. Sin nada que le atara a la vida.

"La catástrofe es el trofeo."


Tengo sed de horizontes, de atardeceres, que en mis ojos se refleje ese color intenso que siempre me devuelve la esperanza. Tengo ansia de carreteras interminables, de desayunar paisajes y café. Quiero amanecer cada día en un lugar distinto. De escaparme de la rutina y escribir historias en servilletas para luego abandonarlas, que andamos escasos de sueños. Y renacer en medio del bosque, cómo cuando me escapaba corriendo a él con un libro y volvía sonriendo. Los libros siempre tienen respuestas. Y la música. Y la poesía que me rescata cuando los días grises me atrapan. O renacer en medio del tráfico, justo cuando parece que el ruido de los coches forma la melodía perfecta. Subir a lo alto de un edificio y lanzar toda la tristeza para que se estrelle contra el asfalto. Este otoño renace mis sentidos. No voy a hablar de historias de trenes, de idas y vueltas, ni de las veces que quise escapar de todo. Voy a hablar de la manera que tienes de apartarme el pelo de la cara cuando me tienes cerca, de cómo me haces el desayuno, con mimo y cuidado para que yo te diga “esta mermelada no me gusta.” De las veces que me perdí en tu cuello olvidando el camino de regreso, con tus labios susurrándome un “no pares”. Y tu cuerpo que parecía una pista de despegue, o de aterrizaje, quien sabe. Hemos cogido tantos aviones, tantos trenes de vuelta de la ciudad del viento, tu mano en mi mano, mis ojos en tus ojos. Que todo parece más fácil cuándo estás a mi lado. Y los horizontes, y las carreteras interminables, los desayunos, los viajes sin ida ni regreso, las carreteras interminables no son lo mismo si tú no estás a mi lado. Si tus ojos tristes no acompañan a mis ojos solitarios, haciéndoles sentir un poco menos solos. Que nada tendría sentido si tú no estuvieras ahí, compañero de viajes en este viaje largo que es la vida.


La banda sonora..

"Con la cabeza fría mientras el corazón arde."



Aún tengo días que se me clavan en el costado, y no puedo hacer más que llorar en cualquier esquina. Tengo días tristes, muy tristes, en los que la ausencia aparece después de la cena y me atrapa por dentro. Y no hay manera de hacerla desaparecer. Sólo me calma un abrazo, y a veces, los abrazos están lejos. Hay días en los que no entiendo absolutamente nada de lo que pasa a mi alrededor, que rompería todos los relojes, el orden establecido y me iría a vivir a cualquier pueblo apartado. Con un gato, una mecedora y un montón de libros para sobrevivir. Desde luego, este no es mi planeta. Sólo me queda refugiarme en el último vagón de tren, bajo las sábanas, en cualquier atardecer, buscando un poco de paz. Buscando un motivo. Cuando era pequeña, me refugiaba en unos brazos y un bigote que me daban fuerzas para seguir, con un susurro: eres la mejor. Y me convertía en una heroína que sobrevolaba los tejados y era capaz de cualquier cosa. Ahora me hago pequeña, muy pequeña, y mientras friego los platos dos lágrimas resbalan y se pierden entre el jabón. En esta casa silenciosa, donde el tiempo no pasa y no hay más que nostalgia de la que se clava en el costado.  

"La soledad viene de serie."


Fuera la vida. Fuera la gente corriendo, los trenes escapando, las gotas resbalando por el cristal de la ventana. El jabón escurriéndose bañera abajo. Los autobuses girando en espiral. Las señales de tráfico advirtiéndome. París demasiado lejos. Oviedo demasiado cerca. El mar sin respuestas, la luna llena mirándome fijamente. Yo, sin saber que decir. Creyendo que Yann Tiersen me sacará de la rutina. El otoño, la vida, los sueños que dejamos ir con las ojeras. Una de estas noches, meto en una maleta un par de pantalones, la cámara, calcetines y me largo. Y cojo uno de esos trenes sin destino, con camas alineadas. Y escapo, escapo mientras miro como todas las luces se quedan atrás. Como todo se hace pequeño y yo empiezo a hacerme grande poco a poco. Mi soledad y yo.  Y empiezo de cero, en un lugar en el que se puedan arrancar margaritas y ponerlas en un florero inventado. Donde no cueste la vida. Fuera las luces, el tráfico, el silencio. Aquí delante, un poco de poesía y un vaso de leche para sobrevivir. Que todo es efímero y sólo quedan palabras para salvarnos.

"Mire señorita, 
la falsa esperanza sólo produce sufrimiento." 
- Largo domingo de noviazgo.

"Si no ves más allá de tu horizonte, estaremos perdidos."


Así es, viajamos en este tiempo imperfecto que es la vida. Nadamos en el mar de asfalto, dejándonos llevar por los semáforos, hasta llegar a casa y encontrar la misma soledad. El mismo silencio que llena todos los pasillos. Es ese silencio de biblioteca, de gasolinera perdida en medio del desierto. Tenemos hambre de vida. Ansiamos escapar cada vez que vemos que un tren se va y un avión despega. Caminamos por los raíles esperando otro tipo de viaje. A donde haga falta. El cielo está demasiado lejos y los viajes en globo eran un privilegio del siglo pasado. Soñamos entre las páginas de un libro con una vida que nunca tendremos mientras la televisión nos grita que necesitamos un puñado de pantalones y vestidos para demostrar al mundo quienes somos. Nos echamos cremas, nos pintamos los ojos para disfrazar la tristeza y salimos a comernos el mundo. Vivimos de la apariencia y olvidamos que lo mejor es lo de dentro. Hablamos del tiempo en los ascensores, esperamos que llegue la hora de salir del trabajo para poder gritar en silencio que somos libres. Atrapados, siempre, entre las putas horas del reloj. Aún quedan algunos que se enamoran en el metro y se sientan en el banco de la plaza a respirar. Otros que corren todos los días hasta el mar para recordar que estamos vivos por alguna razón. Y todavía deseamos sorprender a nuestra pareja con una cena improvisada un día cualquiera. Pero el resto, olvidamos, olvidamos que debemos decir te quiero de vez en cuando, que la amistad verdadera es una mirada que lo dice todo, que los libros nos enriquecen y de vez en cuando tenemos que pararnos a respirar. Olvidamos el mar, y sus respuestas. Olvidamos a las personas que tuvimos al lado y nos encerramos en nosotros mismos. Presos de los horarios, del asfalto, de la vida cuando no es vida. Hoy, vístete de amor y deshazte de las ataduras. Sonríe y disfruta porque este día es especial, sólo por el hecho de que estás tú.