"Hay un cielo abierto en cada esquina de esta habitación."





¿Me amarás todavía? Cuando el mundo empiece a derrumbarse y los pedazos estén a punto de chocar contra nosotros. No se si volverás a secarme las lágrimas, mientras me acunas en tu regazo, como una niña que no sabe crecer, eso que siempre fui. Tampoco si aparecerás a salvarme cuando las noches me duelan y se me claven en el costado. Tengo tantas noches incrustadas en las costillas que no se como aún respiro. A veces necesito respirar, de ahí vienen mis ganas de mar, de (a)mar. Todos los bosques están tristes, y a veces me tumbo a ver como las ramas de los árboles llegan al cielo. Parecen infinitas. Parece que son capaces de acariciarlo. La vida es ese instante, y nosotros nos creemos infinitos, como si ese cielo azul estuviera ahí para que nosotros echáramos a volar. Como si el destino no tuviera preparada una de las suyas. Estamos condenados a separarnos. Pese a todo, pese a la desidia, algún lunes salimos a caminar por esta ciudad, y las calles se alumbran a nuestro paso, las cafeterías nos preparan su mejor te. (Porque tomar te contigo es lo único que me hace feliz). Ya sabes que podía quedarme a vivir en tu cama, tumbados entre libros que cuentan historias tristes, mientras mis manos juegan a acariciar tu frente, llena de historias tristes también. Con el póster de París al fondo, la ropa tirada encima de la cama, el desorden más precioso del mundo. Abre la ventana, que quiero respirarte mejor. Que este aire está lleno de sentimientos y puede que el corazón reviente en cualquier momento. ¿Me amarás todavía? Cuando los pedazos cubran todo el suelo y no quede nada de lo que un día conociste. Cuando toque volver a reconstruir, con mimo y cuidado, todo lo que un día fuimos. Puede que no llegue nunca ese día, que los pedazos ardan y vayan a ese cielo que tantas veces miramos juntos. Y por fin volemos, y seamos parte del aire, infinitos.

Es como si viviéramos en un final eterno, contando los últimos segundos, como si no hubiera más, y al día siguiente el marcador estuviera de nuevo a cero. Me ahogo. No nos queda tiempo. ¿Me amarás todavía? ¿Cuánto tiempo nos queda? Vamos a tomar un te, cantemos, bailemos, háblame de todo lo que amas, que yo sólo puedo escucharte. El fin está llegando. Lo estoy viendo. Deja que se acerque. Que nos pille bailando y llenos de amor. Mis ojos en tus ojos. “Te querré siempre”.


Nunca me digas: «Estoy muerta, no abrazas más que un sueño»



20 de Abril:

“Yo también quiero vivir en la desmemoria” o cómo matar todos los recuerdos. Como huir de ellos. Las malditas guerras sentimentales, las noches solitarias, y todas las veces que quise atrapar el tiempo en mis manos. Siempre acaba yéndose. Imposible de atrapar, como tu risa, alguien dijo “tu risa es una ducha en el infierno”. Yo lo que quería era besarte en los portales, conquistar todas las putas noches, que fueras mi rescate, mi constante. Y que nunca quisieras irte. Pero estás tan acostumbrado a irte que olvidas que yo nunca me fui. Siempre estuve aquí, siempre estoy aquí. Aún sigo esperando que toques a mi puerta y me digas que el futuro sin mi no tiene sentido. Que somos y seremos increíbles. Pero aquí nunca pasa nada y los domingos amanecemos en camas separadas, respirando distinto aire, distintos sueños. Yo lo que quería era hacerte el amor y olvidar que somos mortales. Respirarte, respirarnos, desayunar poesía. Desayun-arte. ¿Cuándo vendrás? Mi bolígrafo sigue escribiendo cartas que nunca llegarán a tus ojos. Tu corazón está cansado de mis palabras. Hace tantos días del principio, de tus miradas eternas, de esos abrazos eternos que me hablaban de la eternidad. Te has ido tantas veces que se que el fin está cerca. Tendré que hacer la maleta y huir por la carretera a donde el corazón me lleve. No te preocupes, me olvidaré de tus ojos tristes, de esa risa “que es una ducha en el infierno”. Volveré a creer, quien sabe cuando, quien sabe qué, en que el amor lo puede todo. Puede tanto que pudo con nosotros. En tu habitación, pegada en el armario, hay una foto en la que estamos sonriendo en un café de París. Quédate con eso. Te espero en ese café, con los ojos llenos de lágrimas y una libreta en la mano, escribiéndote otra carta. No tardes en venir. Este corazón no aguanta más sacudidas. 


21 de Abril:

Es domingo, me he despertado y he puesto la cafetera al fuego. Mientras el café se hacía, he abierto la ventana y todo el aire del mundo ha entrado llenándome los pulmones. He preparado cuatro fresas en un bol y me he sentado a ver pasar el tiempo. He recordado. Y aunque fue un momento bonito, te necesitaba, a mi lado, cortando las fresas, abriendo la nevera, besándome cuando me giro. Estoy harta de que no estés. De este estar extrañándote a todas horas, escribiéndote cartas que nunca leerás. Ayer fui al pueblo más bonito del mundo y caminé y caminé perdiéndome por sus calles. Los cerezos estaban preciosos, los gatos dormían al sol, la vida pasaba tranquila, pero tú tampoco estabas. Nunca estás. Hoy no hago más que pensar en gatos y flores, sonriendo bajito. Me da fuerzas, supongo. Y sólo deseo que algún día estés, en esta locura de vida, curándome las heridas por las noches y amándome todas las mañanas. ¿Vendrás? 

¿Te irás?

"De tanto amarte y tanto no quererte 
te has cansado de mí y de mis locuras 
y le has prendido fuego a nuestra historia. 
Tu ropa no perfuma ya la casa. 
No queda una palabra de cariño 
suspendida en el aire, ni una hebra 
de azabache en la almohada. Sólo flores 
secas entre las páginas del libro 
de nuestro amor, y cálices de angustia, 
y un delirio de sombras en la calle."
Luis Alberto de Cuenca