La playa bajo el asfalto.


Acabamos volviendo a nosotros mismos, al comienzo de los tiempos, como esa agua salada que viene y va y nunca pierde el norte. En cambio, nosotros lo perdemos, nos gritamos, nos queremos y después nos odiamos. Justo en el momento exacto en el que apareces en medio de la calle con tu sonrisa y me dejas sin armas. Quien quiere luchar contra el amor, con la sensación que va de mis manos a mis ojos cada vez que me paras para darme un beso. Dos pasos, un beso, y vuelta a empezar. Cerramos los ojos y nos dejamos llevar, y tú siempre buscas mis labios. Mis labios que son la vuelta al mundo. Un lanzamiento hacia el precipicio de tu ombligo. Termino apareciendo al oeste de mis dudas, en medio de una carretera sin final. Con maletas en la parte trasera de mi vida y un puñado de ilusiones que quieren hacerse realidad. Eso sí, hay una advertencia en medio del asfalto: Este corazón no aguanta más sacudidas.

"porque la Vida,
a doble espacio y en letras de imprenta,
somos tú y yo en cualquier retrovisor. "
Jesús Soler

(Mi grupo en Facebook por si aún no lo conoces : http://www.facebook.com/pages/Voy-sin-musa-y-con-el-coraz%C3%B3n-a-voces/184871078226308 Ya somos 70!)

Si no te mataba el tiempo, que te matara la vida.


Tenías los brazos llenos de tatuajes, uno por cada vez que te rompieron el corazón- decías. Yo miraba asombrada, debías de tener el corazón en coma de tanta sacudida. Conducías un viejo coche, porque todo en tu vida estaba viejo, hasta leías el periódico del día anterior y tomabas la comida caducada. Era tu filosofía de vida, si no te mataba el tiempo que te matara la vida. Aquel coche desvencijado era todo lo que te quedaba. Vivías allí como quien vive esperando que la vida se le agote. Te masturbabas cada mañana enfrente del supermercado viendo a la cajera, rubia y tetona, para qué querías más. Yo lo conocía todo de ti, te había visto cuándo jugabas con el perro con 9 años antes de que tu padre lo matara de un golpe. Creo que ahí fue cuando empezaste a odiar la vida. Nunca miraste hacia mi ventana, estaba tan cerca, tanto. Pero nunca supiste quien era hasta que me pinte los labios y aparecí en tu puerta con mi mejor vestido y sin ropa interior. Diciendo: o me desnudas o me muero. Y sí, eso hiciste, no hubo ni un beso de por medio. Aquello que había imaginado de velas y música lenta se convirtió en unas cuantas sacudidas sin ternura en la encimera de tu cocina. Me dijiste al salir, para la próxima vez ponte bragas, a ver que guardo si no en mi colección, y diste un portazo. Crucé la calle y me senté en la acera repasando lo que había pasado. Fue el primero de muchos encuentros. Poco a poco aprendí entre polvo y polvo que te gustaba el rock de los años 70 y que el único momento feliz de tu vida fue con 9 años. Atendía tus historias con los ojos muy abiertos, deseando formar parte de ellas. Y un verano viajamos. Tú conducías mientras yo reposaba las piernas en el salpicadero. A veces te leía en voz alta fragmentos de la novela que estaba leyendo y tú sonreías. Reconocías que te gustaba mi voz y a veces después del polvo rutinario me mandabas leerte algo al azar. Aquel verano fue el mejor de nuestras vidas. Follábamos con las estrellas y amanecíamos borrachos mirando al mar. Nos reíamos en los supermercados y aprendiste a quererme como quiere alguien triste, suave, lento, poco a poco. Pero se terminó el verano y con él se terminó el nosotros. No podía con tu autodestrucción, tuve que alejarme. Hice las maletas y me fui de ese barrio para siempre. Ahora, unos años después sigo acordándome de aquel verano en el que fuimos indestructibles. Al final te tatuaste en el brazo izquierdo "Cualquier idiota puede herir a una mujer, pero sólo un hombre grande se la lleva para siempre.". Sonreí. Fueron las últimas palabras que salieron de mi boca antes de alejarme de tí para siempre.


(Imágenes: Buffalo 66

Frase: Ray Loriga “Heroes”) 

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Si me haces falta hoy, que una guerra va a estallar.


Todo suena como el maullido lastimero de un gato a punto de morirse tras ser atropellado. Un surco de sangre en medio de la carretera y un maullido que deja de sonar. El corazón escapándose por la ventanilla del coche y una luz que acaba de apagarse. Las farolas ya no alumbran sueños y nos pasamos la noche mirando por la ventana, esperando que la luna nos ilumine, esperando que la mañana llegue sonriente. Pero todo suena como un disco rallado, como las ruedas oxidadas de una bicicleta que olvidó como rodar. Rompemos fotografías y esperamos un haz de luz que nos recuerde porque estamos vivos y para que luchamos. Nos pasamos el día buscando los motivos y a veces tendemos la ropa para oler el suavizante. Buscando algo agradable. Tomamos el café esperando encontrar algo en el poso y miramos al cielo esperando que aparezca un avion sonriendo. Nada de eso pasa. Amanecemos con ojeras y nos lavamos la cara porque no tenemos quien nos arranque las legañas, desayunamos con la mirada perdida en el infinito y salimos a que el mundo nos coma. Olvidamos que queríamos comernos el mundo y donde solíamos gritar. Ya sólo retumban las paredes desesperadas los ecos de nuestros susurros, que nunca volverán. Las canciones dejaron de existir, las palabras se hicieron amigas del viento y el cielo no alberga ningún paraíso. Sólo nos reciben las calles desiertas de madrugada, por si queremos escribir alguna poesía en el asfalto. Quizá un “te necesito” que atropelle el siguiente coche en medio de la noche.

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La vida era eso..


Leías, siempre leías. A veces historias de amor, a veces poesía que te arañaba las entrañas y te dejaba el corazón encima de la mesa. Yo te miraba, porque no sabía hacer otra cosa que estar en silencio y perderme en las líneas de tus manos. Arquitectos de lo absurdo, soñando con quimeras que se nos escapaban irremediablemente. Escribías, siempre escribías, y yo esperaba encontrarme en tus palabras. Quizá un guiño a nuestros viajes espacio-temporales. Yo me perdía entre las nubes que veía desde el avión que despegaba desde el sofá. Tú sonreías, entre palabras, libros y nubes. Merendábamos sueños y saliva, a veces con un café bien cargado para despertar. Y despertábamos entre letras y libros, saliva y sueños, y las flores del jardín habían perdido su olor. Al fin y al cabo la vida era eso, esperar a que pasara algo.

"He descubierto que la poesía es un cuadro que se pinta sin usar pinceles,

una danza que se baila sin usar el cuerpo, un beso que se da sin usar los labios.
He descubierto que la poesía es un juego en el cual está prohibido seguir las reglas;
que es entender que tenemos el pecho lleno de musgo, de nieve, de agua, de tierra
y de semillas que florecen como soles.. "
David Meza

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Cristales rotos


Habías dejado las medias rotas encima de la cama, el olor a tabaco inundaba toda la estancia y yo no podía hacer otra cosa que mirar al techo. Nuestra relación había sido una feria, con sus norias, payasos y lonas rotas. Ahora no quedaba nada. Quizá algo de saliva en mis labios, algún trozo de uña en la pared que arañas siempre que entro en ti. Ahora tenía el corazón abierto de par en par, como la puerta de la calle, el viento congelaba la sangre. Apenas latía. Se había terminado, seguía repitiéndome a mí mismo. De pronto, recordé porque estaba tirado en el suelo con cristales rotos en la mano y la alfombra llena de sangre. Habías sido tú, con tu manía de tirarlo todo cuando te enfadabas, cuando la vida no era como tú la planeabas. La vajilla aún gritaba y mis manos lloraban sangre de tanto recoger cristales rotos. Ahora la vida se me antojaba un desierto sin arena, donde el único oasis eran tus putos labios. Ya no quedaban drogas que me llevaran al cielo, porque tú no estabas para el polvo de después, ni encierros voluntarios en casa hasta que se nos cayera el techo encima. Ahora sólo quedaba lanzarme sobre esos cristales y dejar que me llevara el viento. Con el corazón abierto de par en par, y ese maldito olor a tabaco que siempre odié.

(Fotos: The dreamers)

Huele a ausencia..


Algunas veces encuentro un reflejo tuyo en otros cuerpos, en otros olores. Hoy tenías 80 años y conducías un viejo Mercedes. Te imaginé, las arrugas de tus manos y las de tu sonrisa, hoy más pronunciadas que nunca, conduciendo con lentitud y escuchando una vieja ranchera. Yo estaba a tu lado, como hace años, controlando el tráfico como el mejor copiloto para una vida. Otras veces me despierto y encuentro restos de coñac en una copa en el fregadero, como si hubieras pasado por ahí sin hacer ruido, pero dejando un rastro inconfundible. A veces cuando voy hasta el rastrillo, creo verte entre los libros y los aparatos electrónicos estropeados. Creo escucharte diciendo: esta radio nos la llevamos, la arreglo yo, y más tarde te veo pasando la tarde del domingo entre tornillos mientras yo leo y te admiro. Un héroe de lo cotidiano. Al final todo funcionaba, y mi sonrisa siempre era lo más importante. Siempre que paso por tu trabajo te veo, con el mono azul y la sonrisa preparada para todo el mundo. Después te espero, coges el coche y me llevas a hacer la compra. Llenamos el carro de patatitas, yogures y algún día me compras mis cereales favoritos. A veces como hoy, te encuentro en otros cuerpos, en otros nombres, y te extraño más que nunca. Y no existe un antídoto para la nostalgia, para ese echar de menos que nace del fondo del pecho.


Casi me parecía verle, sonriente, seguro de sí,
contemplando un futuro tan amplio y luminoso como aquella avenida,
y por un instante pensé que no había más fantasmas allí que los de la
ausencia y la pérdida, y que aquella luz que me sonreía era de prestado
y sólo valía mientras la pudiera sostener con la mirada, segundo a segundo."
La sombra del viento - Carlos Ruiz Zafón

Días que se escapan de las manos..



Lo importante es que sepas hacerte una trenza en el pelo los días grises, cuándo la cama es el mejor refugio. Debes prepararte un café poco cargado, sentarte a mirar por la ventana y ponerte música tranquila. Después llega el momento de imaginar, enfrentarte a la soledad de un folio en blanco, de olvidar todo lo que te marchita. Cierro los ojos y recuerdo las luces del puerto, deshaciéndose como si fueran una acuarela. Recuerdo acostarme en un muro a repasar las estrellas, contándolas por si alguna se había escapado del universo. Recuerdo el murmullo de la ciudad mientras caminaba en soledad, en una soledad que arañaba por dentro. Las baldosas de un portal frío, muy frío, helándome por dentro. Recuerdo el viento moviendo las cortinas con violencia, el olor a flores entrando por la ventana y yo queriendo que me nacieran pecas. Ahora sólo deseo amanecer en una ciudad distinta, verde, o azul, pero no gris. Renacer entre el tráfico de lo desconocido y dejarme llevar de semáforo a semáforo. Este verano inventado de Abril no me gusta, ni que el mar esté lejos, ni que ahora mismo no estés pensando en mí. Supongo que hay días que pasan sin hacer ruído, días que se escapan de las manos.

Me mudaré a otro sitio, me iré de esta ciudad,
pero ahora es de mí mismo de donde me quiero escapar.
Nacho Vegas

Así que agárrate con fuerza y disfrutemos del camino



Los días pasaban lentos, preciosos, terminábamos las tardes en terrazas con vistas al mar, vivir era puro amor. Como estar de vacaciones en medio la rutina, explorar la ciudad y merendar en un banco al lado de la playa. Como aquella vez que aparecimos en un apartamento de París y decidimos recorrer la ciudad de la mano. O cuándo cogimos el autobús en Cagliari que nos llevó a la playa. Con la sensación de estar en total armonía con el mundo. Como bajar a mi casa desde la tuya a las 8 de la mañana muerta de sueño, pero radiante, recordando que dormir a tu lado es el mejor de los placeres. Las veces que despertamos en sitios desconocidos riéndonos juntos, y las tostadas para desayunar. Cuando me miras desde el objetivo de la cámara riéndote de mi pelo despeinado y mi vestido al viento. Como la felicidad vestida de domingo, de lunes, de martes, y de todos los días si son a tu lado.

El jazz golpeaba las paredes de la habitación. La luz estaba apagada, dos cuerpos que se buscan bajo las sábanas, arrancarnos la piel a tiras y mordernos los labios. Intenso, eterno, un abrazo que es un canto a la vida.  Escribir cada noche en un folio en blanco todos los planes a largo plazo y empezar a hacerlos a la mañana siguiente.  Morder la vida cuando estamos juntos, saborear poco a poco el color del cielo, el aire que nos rodea, amor. Perdernos en una azotea y encontrarnos en medio del mar, las luces del puerto, las huídas sin cambiar de nombre. No hace falta que cojamos un avión porque el destino más bonito son nuestros brazos, y aunque odie la ciudad gris tú la pintas de colores. Será que soy una romántica más, que en el espejo del baño hay huellas de tus dedos después de escribir dos palabras, que cada vez que el agua resbala por tu cuerpo no se me ocurre una cosa más bonita que abrazarte y que sea agua de dos. Será que nuestros días de cine y sofá son los más bonitos del mundo, o que los domingos de sol hacen que te quiera aún más. Todo ha encajado por fin. La música por fin suena. Ha empezado la película, nosotros somos los protagonistas y esta vez, no tendrá final. El principio puede ser este: “Mezclábamos música y versos, besos y sueños y vivíamos la felicidad más pura. “

"Si hay noches, raras noches
que cuando te descubro
por una de esas calles que llevan al mercado

parece que una estrella, de golpe, me alumbrara.
"

Javier Egea,  Materialismo eres tú