La despedida más terrible


Llevo muchos días perdida, cada vez que veo un tren me entran escalofríos. Pienso en huir pero eso no calma mis ganas de desaparecer. Y ahí sí que estamos jodidos. He puesto fin a todas las historias y poco queda ya de aquel verano en el que conquistamos el mundo. Hemos olvidado, y ahora sólo vivimos buscando algo que nos salve de esta ruina. Todos los días paso por la misma calle, y desde hace años hay un edificio totalmente derruido por dentro, se puede decir que es una fachada. Dentro habitan pájaros, y a veces los gatos pasean por los huecos de sus ventanas. Supongo que me siento así. Podría vivir de palabras, buscarte en otros labios, pensar que algo vendrá y me arrebatará todos mis principios de nuevo. Podría ser una tormenta y deshacerme sobre la ciudad dejando un montón de charcos a mi paso. Ser una ráfaga de viento, despeinarme y colarme por los pliegues de tu camisa. No sabes lo que daría por volver a verte en tus ojos, hace tantos años que no te veo, que no eres tú. Te has convertido en el reflejo de aquel chico de la mirada triste del que me enamoré hace ya cientos de días. Se te cambió el corazón de sitio. Late sin latir. Mira sin mirar. Las personas nunca deberían perder el brillo que les hace especiales. Supongo que tú dejaste de brillar a mi lado, y ahora eres una sombra gris que de vez en cuando aparece desordenándolo todo. Pero esta vez no es ese desorden precioso del que me enamoré. Es un caos lleno de amargura. Una parada en medio de la vida. Es como si estuviera en medio de una carretera sin saber hacia dónde dirigirme, pero sin caminos, ni un cielo por el que echar a volar.

He olvidado. Toca vivir con lo que tengo, sacar fuerzas de mis ojos verde bosque esperanza. Perder la mirada en carreteras interminables, mientras los árboles danzan a orillas de la carretera. Tomar café y perderme entre palabras. Soñar de madrugada. Ser aquella loca que un día conquistó todo el mundo, hacer la colada, llenar la nevera, bailar, bailar, bailar. Ponerme vestido todos los días y bailar. Hasta que deje de doler.
 
“Tengo una lista de consejos
Si me suicido,
os la dejo encima de la mesa.
Son todos vuestros.

Deberías sonreír
Deberías salir a hacerle cosquillas a la suerte si quieres tenerla
Deberías enamorarte
Deberías follar rápido
y muy lento
Deberías ser feliz.

Debería,
pero no le debo nada a nadie.

¿Meter el dedo en la herida no es sólo otra forma de cerrarla?”