Recuerdos y sueños.

Ella siempre se reunía con él en aquella vieja cafetería. Las paredes estaban llenas de fotografías antiguas, y a ella le gustaba imaginarse en todas ellas. Sonriendo al lado de la gente que salía, observando el paisaje. El adoraba cómo ella se quedaba mirando ensimismada los cuadros. Y soñaba que ellos dos iban a todos esos sitios. Sueños y café. Todas las tardes. El oficio de él era dibujar ilusiones, y llenarlas de color. Utilizaba para ello lienzos, papel de dibujo de un determinado grosor y todo tipo de pinturas. Podía pasarse horas imaginando para luego reflejarlo en el papel. Y ella adoraba verle dibujar. Podía mirarle toda una tarde, y aún querer más. Mendigaba un beso cada cierto tiempo, que él accedía a darle haciéndose el remolón. Había dibujos de ella en todos sus blocs, esbozos en los que apenas se distinguía una silueta, pero igualmente preciosos. Mientras él dibujaba, ella se perdía entre palabras. Escribía a veces con la mente, a veces con un bolígrafo todo lo que vivía a su lado. Le gustaba escribir a lapiz entre las hojas de su bloc un "te quiero" que él leería sonriente. Una vez que llegaba la noche, preparaban la cena entre risas. Ella era muy torpe, no había día en el que no se le cayera un plato al suelo. Y odiaba el ruído que hacía al caer. Cenaban con vino cada noche, siempre había algo que celebrar. Después venían las horas de sofá y una película. Se acurrucaban lejos del mundo, creando una burbuja solamente de ellos. En ella, los besos eran el mejor manjar y sobre todo regados de un buen vino. O malo, que más da. A ella le gustaba acurrucarse como una niña chiquita en su pecho. Y lanzarse a sus labios cada vez que podía. Pesada y besucona, así la apodaba él. El era más arisco, disfrutaba de su soledad y se le hacía raro tenerla siempre en brazos. Temía aconstumbrarse a sus besos, y echarlos de menos cada día, cada noche. Ella era más alocada y quería darle todos los que pudiera, por si algún día fuera imposible. A medianoche, se perdían uno en el cuerpo del otro. No había una hora programada, pero los dos se lanzaban a devorar al otro a la vez. Hasta en eso tenían conexión. La más especial, la mejor. A ella le gustaba la luz tenue, y a él admirarla de arriba a abajo. La miraba con esas miradas que desgastan, y que mueven hasta el corazón del sitio. Las noches, eternas, preciosas. Como aquella en la que él la llenó de vino y se la tomó a sorbos como si de una copa se tratara. No querían saber de adioses, sólo de momentos juntos.

Ella sabía que tenía que casarse con él, que le amaba como nunca había hecho. El en algún momento también sintió eso. Ella quiere casarse con él todos los días y despertar en una cabaña de madera con el sol dando en la terraza. Ella quiere vivir ahí y saludar al mar todas las mañanas después de darle un beso a él. Ella sueña más de la cuenta. El se asusta. Ella está aconstumbrada a luchar hasta el final aunque pierda el corazón por las esquinas, él es más consciente de la realidad y espera. Ella estaría dispuesta a ir a verle mañana si fuera posible y él quisiera. Ella le escribe cartas todas las noches y le extraña todas las mañanas. Y está segura de que es EL porque mientras se deshacía en lágrimas él le sacó una carcajada. Y eso nunca lo había conseguido nadie. Ella seguirá esperandole, pase lo que pase. Está segura de su corazón.

El no sé donde está, ni que siente..

Recuerdos y sueños. Lo que pasó aderezado con lo que me gustaría que pasara..

5 comentarios:

  1. Preciosa historia.
    Me ha encantado...
    A ver si dentro de poco, sabemos lo que piensa él.
    Un saludo enorme.

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  2. A mí tambien me gustaria vivir en esa cabaña, despertarme con olor a cafe y tostadas y salir a la terraza a admirar el hermosos paisaje..pero claro, a mi tambien me gusta soñar más de la cuenta.

    un besito guapa :)

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  3. Hola,
    bonita historia.Me encantan todas las descripciones...
    Me ha encantado tu blog y te agrego para seguir leyendote...

    saludos de Angalica Black.

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  4. Siempre hay un Él en todó cuaderno de memorias.

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  5. A veces deberíamos ser un poco más como ellos. Por lo menos, luego no tendríamos que pegar con pegamento tantas veces nuestro corazón.

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