"Era de las que rompen los puentes con sólo cruzarlos."


Tiró las flores, y después el jarrón por la ventana. Así estaba mucho mejor. Estaba redecorando su vida, y esa era la manera más eficaz de empezar de nuevo. Sin flores, sin adornos. Después de romper con todo salió de su casa dando un portazo. Corrió, corrió con su abrigo rojo hasta que se le incendiaron las suelas de los zapatos. Hasta que llegó a un viejo café al que hace años iba en sus noches de insomnio. Allí, escribía y escribía hasta que el sueño aparecía disfrazado de poesía. Desde entonces, habían cambiado muchas cosas. Ya no se sentía sola. Pero esa noche volvió a sentir la impotencia de aquellos días. Las ganas de romper con todo. El vacío en el pecho, como si una cuchara enorme la estuviera vaciando. Habían vuelto los ojos tristes de sirena perdida en el asfalto. Las pesadillas recurrentes de los cuadros de personas sin ojos mirándola por las calles. Las lágrimas en las ventanillas de los autobuses y el invierno enfriándolo todo. En aquel viejo café, comenzó a escribir sobre aquel vacío, el insomnio, la incomprensión, las veces que había deseado desaparecer por sentirse una extranjera en su propia vida. Escribió de nuevo sobre la soledad y se acordó de aquellas mañanas azules en las que renacía. Recordaba coger un tren antes del amanecer, sentarse entre todos los pasajeros y dejar volar la imaginación. En poco menos de una hora, amanecía, y ella era testigo de ese sol enorme que lo llenaba todo de vida. Era su momento favorito del día. Siempre que lo veía aparecer, se decía a sí misma: Si algo tan grande sale todos los días, aún queda esperanza. Estaba despeinada, con ojeras, volvía a casa con los zapatos en la mano y los ojos llorosos. Perdida en aquella ciudad que cada día era menos suya y más del resto del mundo. Y de pronto vio aparecer al fondo una luz que poco a poco fue haciéndose cada vez más grande. Le dolían los ojos. Tenía frío. Pero de nuevo supo que había esperanza siempre que hubiera un nuevo amanecer. Le quedaban muchos soles y muchas lunas. Y en todos los casos, siempre le quedaría aquel viejo café al que ir a escribir cada vez que tuviera que matar la tristeza.


“En mi mirada lo he perdido todo.
Está tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay.”

Alejandra Pizarnik

10 comentarios:

  1. Amo como escribes, me he dado cuenta.. Me siento identificada demasiado bien con la chica de tu escrito, yo también escribo para ahogar la tristeza.
    un beso :)

    pd: la música genial.

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  2. siempre es un placer perderse entre tus lineas...
    a veces no me siento tan sola.
    hoy por ejemplo, es un día de esos.

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  3. Yo no tengo un café al que ir en noches de insomnio, ni un abrigo rojo.
    En cambio sí que me queda la esperanza de un nuevo amanecer después de una noche sin dormir. Una noche en la que recorro avenidas de sueños como la tuya.
    No sé si te servirá de algo, pero me has ayudado con tus palabras insomnes a dejar de lado estas nubes color plomizo que últimamente absorben todas las ilusiones de mi mundo errante y perdido.
    Ha sido un instante.
    Lo necesario para volver a rebuscar en el cajón de mi mesilla, desenterrar mi pluma y empezar a vestir cualquier delirio de ilusión con su traje azul de tinta. Y que baile inseguro entre renglones torcidos y palabras torpes, como estas.
    Buenas noches :)

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  4. Cada día es un nuevo comienzo,todos escribimos cuando nos invade la soledad y la tristeza. El invierno congela muchos corazones.

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  5. He sentido demasiadas veces a esa cuchara robándome todo mi interior y dejándome tan vacía que me dolía al respirar. Y sí, escribir es uno de los mejores métodos para combatir la tristeza, a mí casi siempre me funciona.

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  6. Es hermosa la nostalgia que hay en tus escritos =) muchos besos Clem =)

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  7. Al leer tu texto me he acordado de una frase que me gusta y me sirve de guía: "No hay nada bajo el sol que no tenga solución, nunca una noche venció a un amanecer" Besos.

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  8. Escribir siempre me pareció una buena manera de llenarse, de curarse las heridas... Como si se empezara de nuevo. Mientras le quede ese rincón de la ciudad...
    Un beso :)

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  9. Es precioso!
    Yo también sé donde ir cuando el tiempo me atrapa sin palabras, con tristeza y soledad.
    Un abrazo

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  10. ¿Qué haríamos sin esos rincones a los que huir de todo, hasta de nosotros mismos? Los necesitamos tanto como ese sol esperanzador. Así es la felicidad, momentánea, pasajera, como un soplo de aire cálido frente al mar.

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