El cielo amanece y da paso a un nuevo día. El autobús está abarrotado de estudiantes que van a clase y se pierden en la música por las mañanas. Señoras a trabajar. Hombres trajeados con un maletín lleno de objetos grises, como ellos. Relojes cuyo sonido es más importante que el del corazón, al menos a esas horas. Tonos de móvil pasados de moda sonando muy alto. Aquí estoy, no tardo, hay un atasco. En la ventana una señora mayor ve el tráfico diario. Se despereza junto a su perro, y va a prepararse el desayuno. Su "ella" de hace treinta años le saluda desde el salón- comedor. Estaba preciosa ese día, recuerda . El perro ladra, hoy tomará su desayuno favorito, se lo merece. El tiempo se escapa mientras ella lleva a cabo su ritual diario. Café, televisión, revisar cartas, mirar al techo. El portero está arreglando el suelo y saluda desde la ventana. Ella está tan sola que aprovecha cualquier momento para contar un poco de su vida. Algo que le quema. "José, esta mañana está muy fría, el perro se queja bastante, cuanto tráfico, te acuerdas cuando... y ya son treinta y siete años en este edificio. Cuando mi marido se levantaba para ir a trabajar le gustaba que le hiciera un zumo de naranja, siempre se lo tomaba muy rápido.. siempre iba con prisa, siempre." Los años pasan, y al final acabamos recordando cosas que nunca habríamos pensado en su día. Tantos trayectos en autobús. Hacia tantos lugares. Pero cambia todo, siempre. Y los pequeños detalles te descubren un nuevo día. Esa señora se perdía en sus recuerdos y en la fotografía de su boda colgada en el salón. Estaba radiante. El siempre tenía prisa. Acabamos por olvidar los rostros, los momentos, pero en la imperfección del tiempo algo aparece moviendote por dentro. Los pequeños detalles. En aquella mañana rutinaria todo había sido como siempre pero algo había cambiado. Volviendo en la marabunta del autobús del mediodia volvió a verlo todo. Caos gris. Sonrisas azules. Algo había cambiado en su interior. Había comprendido lo que hace el paso del tiempo, las arrugas del corazón, la soledad que no es escogida. Galletas para desayunar. "Jose, él siempre tenía prisa. Y odiaba darme besos en público, le daba verguenza. En casa me mataba a besos. Sabes, su sillón sigue tan vacío como siempre. Aún tiene la marca de donde apoyaba sus manos. Se tapaba con la manta de cuadros.. " Buenos días, esta mañana está muy fría, ¿verdad?
En la tremenda linealidad de las mañanas, algo te remueve por dentro. Todo parece lo mismo pero hay un detalle que lo cambia todo. Un encuentro inesperado con alguien que te hace ver las cosas de otro modo. A embalsar los recuerdos pero una vez exprimidos, que nunca se sabe cuando se irán, para no volver. Entre bombones y galletas, buenos días. Quizá yo era Jose, quien sabe..
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hola prin, es la primera ves qeu entro a tu blog me gustaria poder seguirte siempre.
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