"Pese al tiempo, a las heridas, a la lluvia."


Hablábamos de canciones, de Cortázar, de que un puente no se sostiene de un solo lado, de la poesía de las azoteas, de los platos colocados con sumo cuidado sobre la mesa, una flor en un jarrón, justo en el medio, y los rayos de sol entrando por la ventana. De que tengo una floristería debajo de mi casa, y la mujer que trabaja allí hace ramos de rosas cada mañana. Ya nadie regala ramos de rosas. Los cementerios están llenos de claveles rojos. Y tú, que hueles a mar en invierno, a frío, y tu espalda eterna, donde me estoy acostumbrando a dormir.

Hablábamos de que hace demasiado que no cojo un tren, y que el amanecer desde un tren es lo más bonito que hay, que ceno cada noche arroz tres delicias buscándole las delicias, que nunca tiene, que son dos guisantes y un trozo de zanahoria. Y en esta casa pasan las horas muy lentamente. Y lo bueno es que algún día vienes y haces que vuelen. Quien nos ha visto volar sabe que llegamos muy alto. Sin embargo, a veces, tus ojos no saben mirarme. El océano es demasiado grande. Quien me ha visto llorar sabe que mi tristeza es la tristeza del que duerme solo en un motel. Es soledad. Puede que lluvia, una tormenta eterna, pero tú siempre adoraste la lluvia, no dejes de hacerlo.

Entre los libros de tu estantería hay una nota que encontraste metida en un libro de la biblioteca: “Nunca es tarde para hacer las cosas bien”. Aún estamos a tiempo. Por eso, mírame, despacio, recórreme lento, aprende que hay detrás de cada latido, de cada gesto. Cada grito necesita un abrazo, y las heridas… Qué hay de las heridas. El verano ausente, las carreteras solitarias, todas las palabras que nunca me dijiste. Todo se confunde en el tiempo y en esta ciudad vestida de otoño. Comencemos de nuevo. Llévame a caminar sobre las hojas caídas del parque San Francisco, enamórate de mi de nuevo en la biblioteca, que soy capaz de escribirte cada noche, de amarte hasta quedarnos dormidos. Tráeme la cena y un ramo de flores, que la floristería siempre está vacía, y hagamos poesía. Seamos poesía. Seamos lluvia, el mar en invierno, la pareja sentada en la última fila del cine, mi cabeza apoyada en tu hombro, la ciudad silenciosa de madrugada, y nosotros, nosotros siempre. Pese al tiempo, a las heridas, a la lluvia. Cúrame. Lléname de vida. Aún hay motivos, siempre los hubo.



"Cuando me abrazas me cabe París en un bolsillo y el Sena en la garganta
y el segundero enloquecido baila al ritmo lento de tus labios 
y la muerte es solo la nodriza del miedo 
y la gente, dios y las ciudades 
el atrezzo de nuestros besos

que estrenamos

siempre."
Manuel Pujante 

11 comentarios:

  1. Mi amada y sonadora Clementine...

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  2. nunca es tarde para hacer las cosas bien.

    :)

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  3. Es verdad, nunca es tarde para todo eso. Imagino a ambos caminando sobre el otoño precioso por "El Campo". En el corazón de la ciudad. En el corazón de la vida.

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  4. El Parque San Francisco tiene algo mágico, a mi siempre me encanta perderme por él, sobretodo en primavera.

    Lo de los ramos de rosas también lo he pensado, al igual que ya nadie escribe poesía, o ya nadie escribe a secas, menos mal que hay gratas excepciones ;)

    Un besito

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  5. Como me gusta, como me gusta tu boli, como me gustan tus letras!

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  6. Gracias por escribir algo así justo ahora, de verdad.

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  7. Manuel Pujante es increíble eso está claro, pero tu forma de escribir cada vez me sorprende más. Sigue así. ¡Un besazo!

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  8. ¿Eres la misma chica del Soundcloud no? Me declaro muy fan tuya. Como me gusta mucho el texto que habías introducido en "Roses" al final a día de hoy lo he googleado y he llegado aquí. ¡Vaya suerte!

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