"He olvidado mi mejor momento, pero lo llevo dentro."



Volvía en aquel tren, que salía a primera hora, descalza, con los pies apoyados en el asiento de al lado y un libro justo delante que hablaba de desamor. De partir. De las ausencias, la nevera vacía, de todo impregnado de su olor. Me quedaba dormida a ratos, y despertaba, entre montañas, en aquel pueblo alejado de Austria, tocaba regresar a casa. Intentaba leer y dejarme llevar por la poesía, creer que había algo más en ese infinito eterno que se extendía ante mis ojos. Pero estaba vacía por dentro. Hacía más de 25 días que no escribía porque no tenía nada que decir. El hombre más rubio del mundo estaba sentado enfrente. Y escuchaba música en un aparato de última generación. También tenía los ojos mas azules del mundo y había colgado su chaqueta en el perchero de la ventanilla muy lentamente. Con cuidado. Como si fuera parte de él. Perdía la vista en el mismo lugar que yo. Y sus ojos azules se disfrazaban por un momento de verde campo, era una mezcla bonita. El revisor me preguntaba por el billete del tren en alemán por tercera vez. No entendía nada, ni tampoco entendía como la pareja de la ventanilla de al lado no se miraba a los ojos desde hacía más de dos horas.

Era un instante de perfección dolorosa, de tristeza, de regresos, ausencias, de huellas alejándose en un camino que no tiene regreso. Cerré los ojos, me acosté de nuevo en el asiento y cuando desperté el hombre de los ojos azules había desaparecido. En su lugar había una mujer sonriente, que escribía algo incomprensible en una nota. Cuando volví a abrir los ojos habíamos llegado a nuestro destino. Ruido de maletas, ajetreo, y el tren esperando nuevos pasajeros. Aquella estación de tren tenía algo de magia, misterio, era una desconocida más, no entendía ni uno sólo de los carteles, estaba perdida y sin embargo sabía dónde estaba. Supongo que algo así era la vida últimamente. Perder la vista en el infinito, esperando que llegue algo y nos salve de tanta tristeza, de la ausencia, de todos los poemas de amor que nunca serán nuestros. Coger aviones para escapar de mi misma. Conocer nuevos lugares, y que todo tenga el mismo olor, impregnado de nostalgia, la misma música lenta y triste. 

En mis retinas sigue grabado aquel instante de perfección dolorosa, en el que dos desconocidos mirábamos hacia el mismo lugar, ausentes, eternos, sabiendo que aún quedaba esperanza. El infinito nos lo decía.

6 comentarios:

  1. La esperanza es lo último que se pierde :)
    Quizás no es que estemos perdidos, sólo que nunca sabremos a ciencia cierta hacian dónde nos llevarán nuestros pasos.
    Un beso enorme bonita :)

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  2. No puedo decir que me ha encantado.
    Siempre tiene que quedar un pellizco de esperanza.
    Más si te lo susurra el infinito.
    Un abrazo muy grande :)

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  3. Qué bonito, y qué bien queda con la música del blog, que también tiene un deje nostálgico...

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  4. No vuelvas a perderte entre nudos sin inspiración.

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  5. el infinito nos decia que nosotros tambien podiamos ser eternos

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  6. Solo hace falta caminar. En un momento determinado se dobla una esquina y uno se da cuenta de que esa vez no ha doblado una esquina más sino atravesado una puerta.
    Hay pocas palabras mejores que "esperanza" porque esta existe aunque se esté convencido de que se ha perdido.
    :)

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