Desayunos increíbles.

Me desperté en un lugar desconocido. Al fondo de la cama estaba él, despierto, mirándome. Fuera lucía el sol aunque hacía un frio invernal. Restos de nieve cubrían parte de la carretera, decían que era imposible conducir. A nosotros eso no nos importaba. Ni eso, ni el frío. Después desayunamos con música suave de fondo. Desde la ventana veíamos el frío inundándolo todo. Lo tomamos todo sin prisa, como si ese mundo pudiera terminarse si acelerábamos. Apenas sin hablar, no hacía falta. Después nos perdimos en aquella cama. Matamos todo el frío, que resucitó pasado un tiempo. Nos fuímos de allí con la sonrisa puesta. Al día siguiente amanecimos de la misma manera, pero no estabas en la cama. Te encontré entre las tazas de desayuno y los pasteles que habías bajado a comprar. Sonreíste. Te había pillado. Volví a acurrucarme en la cama esperando a que aparecieras con la bandeja. Volvi a acurrucarme esperando que la cama se convirtiera en tus brazos. Y después de tomar el café volví a perderme en tí. No importo el frío, ni el temporal, ni la previsión meteorológica. Si no circulaban los trenes, los autobuses, si la gente resbalaba en la nieve y no había manera de pasear. En aquel momento sólo importaba que a un beso le siguiera otro, y procurar no despegar nuestros cuerpos. Apuramos hasta el último segundo. Merendamos en ese salón donde sólo hay conchas y barcos, con vistas al mar. Se apagaron las luces del día, se encendieron las del puerto y regresamos.

5 comentarios:

  1. yo quiero encontrar abrazos en la cama
    :)

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  2. yo también, no me vendrían mal xD
    Son esos días increíbles que nos hacen olvidar de todo lo que sucede allá afuera :)
    muuy bonito

    saludos!

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  3. Son como dias magicos.
    Hace un monton que no vivo uno de esos.
    Me encanto como lo redactaste, me lo he imaginado todo.
    Saludos clemen!

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  4. qué bueno eso de la sonrisa puesta... gracias

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Píntame una sonrisa