- Ojos grandes, ojos tristes. – Siempre me decías eso, yo
por aquel entonces no entendía muy bien porque lo decías. Quizá entraba todo el
mar en ellos. Todas las mañanas, mientras tú desayunabas yo me iba al jardín y
arrancaba algunas margaritas, las colocaba en un jarrón improvisado y alegraba
un poco la cocina. Pero mis ojos siempre estaban grises pese a lo grande que
fuera mi sonrisa. Crecí, pero mis ojos siguieron con su tamaño y profundidad.
Los buenos días eran verdes, un verde bosque, en el que podías perderte y nunca
encontrarte. Y los días feos, tristes, se transformaban en un color madera. Madera
hueca. Te fascinaba ese cambio y yo sólo quería que fueran verde-azules como
los tuyos. Ser mar y campo. Aquel último día que te vi, me volviste a decir lo
mismo, esta vez sin hablar. Me susurraste con la mirada que no querías que mis
ojos fueran tristes nunca más. Y yo prometí que lo haría por ti. Pero a veces
la vida me revuelve las entrañas y el tiempo no pasa. Y aquí no hay campo para
coger algunas margaritas y alegrarme la vida. Ni tengo tus buenos días cuando
me despierto. Ni los de nadie. Y mis ojos son un océano sin fondo. Grandes,
tristes, esperando que algo les salve. Para que vuelvan a ser los más verdes
del mundo, verde bosque, en el que puedas perderte y nunca encontrarte.
entre tú y tu soledad,
es un trecho que no puedo abarcar."
Nacho Vegas.
Eso es entrar en tu blog y enamorarme entre los textos y la música
ResponderEliminarGrande Nacho! Gracias por tus palabras =)
ResponderEliminarI will follow You de fondo D':
ResponderEliminarmira que escribes bonito:).
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