Escribir poesía en el puerto mientras un helado se derrite. Las gaviotas entonan su canto. El cielo se viste de fiesta. La soledad es una libreta llena de garabatos y el mar baila cuando nadie le ve. Volver a casa con el mar en la piel y restos de sueños en los ojos. Caminar despacio, pararme a hablar con algún gato y contarle que algunos días olvido de qué color es el cielo y tengo que ir al mar. Y ver el punto en el que se corta cielo y mar. Ese azul extraño, intenso, ese es el que me da fuerzas. El gato sonríe, asimila, y mueve la cola. Entiende todo lo que pasa por mis ojos. A veces necesito llenar la libreta de mi vida con atardeceres de colores y días especiales. Días que se marcan a fuego en el calendario y en el corazón. Necesito tumbarme en algún tejado y ver pasar la vida por encima de mis manos silenciosa. Perderme en la lectura de algún libro interesante que me enseña que podemos aprender a nadar solamente con cuatro cubos de agua. El olor a pura vida cuándo te zambulles en el mar y una ola te atrapa. El sonido de tu voz al otro lado del teléfono deseando tenerme cerca. Gastar la soledad hasta encontrarme contigo. Sonriendo. Al otro lado del puerto. Que llevas viendo dos horas como escribo, perdiendo la vista en el helado que se derrite. Que no queda nada más que un batido de poesía, gatos, azul cielo y una mirada que no quiere apagarse nunca. Que te dice: Quédate un poco más, y atrévete a memorizar el punto donde empieza el infinito. A mi lado.
Borracha de vida.
Escribir poesía en el puerto mientras un helado se derrite. Las gaviotas entonan su canto. El cielo se viste de fiesta. La soledad es una libreta llena de garabatos y el mar baila cuando nadie le ve. Volver a casa con el mar en la piel y restos de sueños en los ojos. Caminar despacio, pararme a hablar con algún gato y contarle que algunos días olvido de qué color es el cielo y tengo que ir al mar. Y ver el punto en el que se corta cielo y mar. Ese azul extraño, intenso, ese es el que me da fuerzas. El gato sonríe, asimila, y mueve la cola. Entiende todo lo que pasa por mis ojos. A veces necesito llenar la libreta de mi vida con atardeceres de colores y días especiales. Días que se marcan a fuego en el calendario y en el corazón. Necesito tumbarme en algún tejado y ver pasar la vida por encima de mis manos silenciosa. Perderme en la lectura de algún libro interesante que me enseña que podemos aprender a nadar solamente con cuatro cubos de agua. El olor a pura vida cuándo te zambulles en el mar y una ola te atrapa. El sonido de tu voz al otro lado del teléfono deseando tenerme cerca. Gastar la soledad hasta encontrarme contigo. Sonriendo. Al otro lado del puerto. Que llevas viendo dos horas como escribo, perdiendo la vista en el helado que se derrite. Que no queda nada más que un batido de poesía, gatos, azul cielo y una mirada que no quiere apagarse nunca. Que te dice: Quédate un poco más, y atrévete a memorizar el punto donde empieza el infinito. A mi lado.
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Gatos, cielo, mar, infinito. Creo que no has podido mezclar nada mejor para mí esta noche.
ResponderEliminarY que bonito que es el azul mar. Un beso :)
ResponderEliminarQué necesidad de mar, cada vez más más grande. Cómo de atrapada me siento en Madrid. Y qué bella música.
ResponderEliminarMuuuuá
En el mar han pasado las mejores cosas de mi vida, me pregunto cómo y por qué, y es que no he estado tanto tiempo. Pero juntamente con melancolía el mar evoca una incerta perfección en mi alma. Sólo sé que deseo vivir allí.
ResponderEliminarApetece perderse en la fotografía. Beijinhos.
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