(Esta vez la foto no es mía. Click en la foto para ver la fuente.)
Estaba desnuda, tumbada en la azotea. Puede que sintiera todo este frío de otoño, o puede que no sintiera nada. Tenía los ojos cerrados, y el vello de sus brazos se erizaba con cada respiración. Recreaba en su mente la última vez que le había visto en aquella cafetería inmunda, la conversación superficial, hablar sobre el tiempo que hace para no hablar del tiempo que pasa. Recordaba también, cómo después de dejarle sentado en la misma mesa en la que días atrás se comían a besos, había huido a ver el mar. Por aquello de que siempre tiene respuestas. Esta vez no tuvo ninguna. Caminó por la orilla esperando oír algo más que ese rumor embravecido de las olas, los susurros de los árboles en la lejanía, el silencio hecho poema. Seguía desnuda, tumbada en el suelo, y cada ola que recordaba le hacía derramar una nueva lágrima. Hacía días, un edificio de su ciudad se había derrumbado, y ella sentía su pecho como ese edificio derruido. Los recuerdos penetraban por las ruinas, llenándolo todo de una luz artificial. De un dolor inmenso. La ciudad seguía latiendo ajena a las ruinas. El corazón seguía latiendo ajeno a la vida. Era medianoche, y no había estrellas. Estaba borracha, borracha de vida, y había decidido desnudarse en un arrebato de pasión. Seguía desnuda, caminando por el bordillo de aquel tejadillo susurrándose a sí misma que podría con todo. Que los edificios se derrumban, y se construyen otros nuevos. Que los recuerdos se marchitan y nacen otros, más grandes, más sinceros. El mar volvería a tener respuestas, la noche volvería con sus estrellas, no estaría sola. Alguien se enamoraría de sus ojos tristes. Alguien enamorado de la lluvia. La llamaría lluvia. Vestiría su cuerpo desnudo y la abrazaría todas las noches. Porque era frágil como un pájaro con un ala rota, como las ruinas de ese edificio, como todas las noches angustiosas, el bordillo de ese tejado, como su caminar lento y sus ojos tristes. Era lluvia, y caminaba por la azotea desnuda, sin nada que tapara esas lágrimas. Sin nada que le atara a la vida.
"¿A que no sabes dónde he vuelto hoy?
ResponderEliminarAllí donde solíamos gritar."
Nunca un fragmento ajeno se había acercado tanto a un sentimiento...
ResponderEliminarMe ha recordado demasiado a algo que no quiero sentir...
ResponderEliminarHa sido genial. Un besazo.
Cada vez que paso por acá, disfruto de leer cualquier entrada que publiques.
ResponderEliminarAy.. Precioso.
ResponderEliminarCoincido con El Hombre Gris, me recordó mucho a Donde solíamos gritar :)
En serio, me ha roto un poco el alma. Demasiado bonito y triste.
Llueve en París, me has llenado de melancolía. Pero me encanta, Clementine. Desde este balcón veo una ciudad empapada que no ve sus cicatrices, pero las tiene.
ResponderEliminarSiempre es un placer leerte.
Me sobrecogen tus palabras de una manera que ni te imaginas. Precioso.
ResponderEliminar: )
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ResponderEliminarMe ha estremecido y me han entrado unas ganas enormes de abrazarla.
ResponderEliminarPrecioso texto, enhorabuena!
"La ciudad seguía latiendo ajena a sus ruinas"
ResponderEliminarEl texto es fantástico, pero esa frase me ha llegado.
Gracias por tu último comentario. Se siente la sinceridad. Desde dentro.
ResponderEliminarSin nada más que siendo libre-
ResponderEliminarHas puesto mi piel de gallina.
ResponderEliminarMe alegro de haberte encontrado.
Un saludo muy grande.
Te sigo y te dejo mi pequeño blog, por si quieres verlo
http://ahoraquenosbesamostandespacio.blogspot.com/
Lo mío fue una bañera en lugar de una azotea. Y me metí sola, vestida y borracha. Y me sentí más libre que nunca.
ResponderEliminarno hay nada como inundarse de soledad y compasión que te muerde las costillas, que te hace pensar hipotéticamente. delirante, como siempre un placer leerte.
ResponderEliminarEres genial, Clem!! <3 Esta mañana me sentía un poco sola y me he dicho, vamos a leer algo de Clem. Me has animado un montón! :) Gracias
ResponderEliminarEn serio, me apasiona tu forma de escribir y de ver el mundo.
ResponderEliminarOjalá la chica pueda construir un nuevo edificio, o conozca a alguien que se lo construya.
Qué gran texto, Clementine, y qué gran foto. La lluvia y los tejados simepre tan familiares :D
ResponderEliminarMe has emocionado...
ResponderEliminarQué grande es poder decir eso de un escrito.
Siempre, siempre, es un placer leerte.
Besos.