El problema viene cuando hay más despedidas que huidas, cuando
la playa no nos aguarda, cuando tus ojos se alejan, y no hay rescates, y pasa
el camión de la basura y la vecina de enfrente nos mira desde la ventana. Me
despido entre lágrimas. Cojo un taxi, me apoyo en la ventanilla y dejo que las
farolas me guíen. Hemos perdido la magia. Tu cuerpo está cerca, tú
estás tan lejos, que ya no me enseñas a bailar, aunque ríes como siempre. Yo
empecé a hacer ejercicio, quizá para sentirme más leve, para volver a volar. Pero
lo que necesito en realidad son alas. Y faros, y sueños, y un gato maullando en
la puerta, y alguna que otra promesa colgada en la nevera. Tengo dentro toda la
soledad de los aeropuertos, estoy hecha de despedidas, y nunca soy capaz de
acabarme la cena. “No se juega con la comida”. Y tengo un desierto en la
mirada, y sed, mucha sed de palabras. De poemas en mi mano, en mi piel, en mi
espalda, de un “no te vayas todavía, quédate, no puedo vivir sin ti."
Pero nadie es imprescindible para nadie y la vida sigue, y
vamos dejando atrás aquel verano en el que te morías de felicidad al verme. Y
aquella fotografía a la que le pintaron lágrimas, aquella que encontramos en
una librería de París. En ese París que dolía. Que puede que fueran mis lágrimas,
mi desierto, mi voz muda, mis manos llenas de ruina. Y sólo escribo porque hace
tiempo que no lo hago, porque alguien le pintó lágrimas a aquella fotografía,
porque quizá fui yo. Porque tengo miedo a que el tiempo termine de matarnos. Seguiré
escapándome a tus sueños cada vez que la rutina me deje, y conseguiré volar, y
puede que las playas nos echen de menos, que no haya más despedidas.
(De vez en cuando, los viernes, apareces con un ramo de
flores y recordamos como subimos a cientos de aviones y llegamos al cielo. Tú
insistes en que me amas. Yo se que todo se perdió en París.)
“Me he tomado también tu taza de café.
Ya casi no tengo azúcar,
pero me acordé que a ti te gusta amargo.
Sabe muy feo. Como esta soledad.
Como este estar deseándote a todas horas."
— Jaime Sabines
Siempre que te quede París...
ResponderEliminarClementine te amo de Parìs. Abrazos gordos
ResponderEliminarOpsss..cuántos recuerdos al leer esto. Que todo se perdió después de aquel verano y no en una despedida. Huyó...
ResponderEliminarUn aplauso! Es mera poesía este relato, me has robado un suspiro.
ResponderEliminarEscribes hermoso, ¡un abrazo!
Espero cada entrada, tal vez como una señal... Y al final si lo es, siempre encuentras la forma de hablarme, de tocarme el alma.
ResponderEliminarY si tan sólo se pudiera ser imprescindible ...
ResponderEliminarHermoso como escribís! Estas palabras no sólo me trajeron recuerdos sino también sentimientos, de esos que quedan guardados y que de tanto en tanto hacen su aparición pública.
ResponderEliminarPasaré más seguido!
Besos!
A veces el amor termina y los dos lo saben, sin embargo se empeñan en intentar mantener vivo algo en lugar de buscar otro camino. Supongo que porque como decía Sabina: El amor cuando no muere mata.
ResponderEliminarUn saludo.
Oski
Me encanta!!!! a mi tambien me trajo recuerdos de esos que se guardan!
ResponderEliminarbesos, te sigo:)
Hola. Tengo prisa como casi siempre. Me encanta tu blog. Espero te guste el mío, ten en cuenta que apenas tiene un mes, se aceptan mejoras. Yo por mi parte sigo leyéndote, estás en favoritos. Hasta pronto.
ResponderEliminarEnamorada del texto.
ResponderEliminarDicen que París es sinónimo de amor, en todo caso no se puede perder lo que nunca se tuvo...
ResponderEliminarEste texto es pura poesía, y de la buena.
bsos
Me encanta (: Como cada uno de tus escritos
ResponderEliminarFantástico.
ResponderEliminarWow, me acabo de quedar acojonada aunte tus palabras, es que no sé ni que decirte, es precioso. "Siempre nos quedará París" dicen, será porque todo se queda allí. Un abrazo.
ResponderEliminarParís siempre será vuestro lugar. También me da buenos recuerdos a mí. Un besazo!
ResponderEliminarTodo lo perdido, puede volver.
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