Pierdo la consciencia cada mañana justo antes de despertar,
un instante, alejada de toda realidad. Mientras, en la casa del lado el olor a
café inunda la nariz de la señora de la casa. Sentada, perdida en los titulares
del periódico que anuncian lluvias un día más. La cama está a medio deshacer, o
a medio hacer, quien sabe, igual que la mía, que ha vivido más batallas e
insomnio que ninguna. El cartero está metiendo en cada buzón una factura, un sobre
de publicidad, y una carta de amor inexistente. Los taxis están esperando algo.
Los autobuses nunca esperan a nadie. Hace tiempo que no sacamos las copas del
vino- dijiste. Hay poco que celebrar ahora que no nos vemos cada noche. La
manta del sofá siempre está arrugada en el sofá y la televisión muda, ese es el
salón del que vive en soledad. Del que no tiene invitados. Los platos llenan el
fregadero y el agua se desborda cada vez que abres el grifo. No quedan tazas
limpias, la nevera está vacía. Ah no, quedan yogures naturales y algo de queso.
El olor a café se cuela por debajo de la puerta y me abre el apetito. Creo que
tengo que ir a limpiar la cocina y después hacerme un café como el de la
vecina, que sigue leyendo el periódico pensando en qué comida preparar. Quizá
una sopa y algo de carne, no tiene muchas ganas de cocinar hoy. Yo tampoco
tengo ganas, pienso. Su marido hace tiempo que no la abraza-sigue pensando- aún
así insiste en ponerse su vestidos favorito, hoy será el día. Al mediodía,
todo sigue igual, el cielo está nublado y los platos sin fregar. Yo, danzo por
la casa esperando que alguien me abrace. A este mundo le faltan abrazos. Y sueños. Las dos estamos solas, con un
vestido nuevo y un libro entre las manos. Creyendo que la literatura nos traerá
aquello que no tenemos. Que un príncipe abrirá la puerta con un vestido en la
mano diciendo – Vámonos a cenar, hoy será el primer día del resto de nuestras
vidas. Y la casa dejará de estar tan sola, tan triste, seguimos leyendo,
sonriendo. Pero cuando abrimos los ojos el café está derramado, el grifo sigue
goteando y cada plato reproduce un sonido diferente. La nevera sigue vacía,
como si fuera una metáfora del corazón. Y sólo un pensamiento cruza nuestra
mente:
“¿Debería suicidarme o
prepararme una taza de café?”
(frase final
de Albert Camús)
Es tan triste y tan real que mejor me hago un café... ;)
ResponderEliminarDios... me ha dejado con escalofríos por todo el cuerpo.
ResponderEliminarEs que me he quedado sin palabras, pero.. El sentimiento que ha dejado..
Pff.. Pues me ha dejado hecha polvo (pero lo leería mil veces).
Me he enamorado de tu magia, de tu tristeza y de la BSO de este blog, así que creo que me quedaré de insmonio por aquí hoy
ResponderEliminar:)
Apostemos por el café...
ResponderEliminargenial texto, genial foto, genial frase final...
FANTASTICO, escribes muy bien, me gusta, te voy a seguir.
ResponderEliminarHe visto tus intereses, tus peliculas y libros favoritos y parece que algunos tenemos en común.
Felicidades
Roser
No quiero sentir lo que sienten las dos protagonistas del texto nunca más en mi vida. Me da miedo.
ResponderEliminaresta es una de esas historias que veo en imágenes y que me encantaría grabar. Eres una malabarista de las palabras. Y por supuesto la foto me encanta.
ResponderEliminarHas conseguido enlazar perfectamente esa última frase de Albert Camús con tu historia. Es increíble la forma en que unes dos vidas completamente diferentes en torno al amor, la soledad y una taza de café.
ResponderEliminarMe encantas :) Un beso.
¡la última frase me encanta!
ResponderEliminar"Creyendo que la literatura nos traerá aquello que no tenemos"
ResponderEliminarEste ha sido uno de esos textos que te llenan el alma de emociones mezlcadas con tristeza y nostalgia.
Y la última frase no podía haber quedado mejor.
<3
oh
ResponderEliminarqué cámara es?
La puta rutina que nos alcanza...
ResponderEliminarSupongo que es lo que pasa si no evitas que pase.
Llegado el momento intentaré evitarlo.
De momento no tomo café, ni tengo un salón solitario.
Precioso el texto!
Un abrazo :)
El cafe definitivamente...
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