
En medio de la noche, las ondas que salen de la radio hablan de amores imposibles. Las voces se entremezclan con el sonido de los fuegos artificiales, que estallan en medio del cielo juntándose con las estrellas. Hay amores que sobreviven hasta a un huracán, la pareja más bonita del baile es la que lleva 50 años bailando. Con la misma ilusión del primer día, el vestido más bonito del armario, y las manos preparadas para no soltarse. Los fuegos artificiales está claro que son en su honor. Tienen las manos cansadas de vivir pero no de sentirse, tienen la piel arrugada de albergar tantos sueños, pero mientras bailan, nada de eso importa. Sólo se sienten el uno al otro, cómo cuando se conocieron y se dedicaron la primera canción. Por un momento todo se escapa al paso del tiempo. Recuerdan su niñez, sus juegos prohibidos al salir del colegio, las cartas de amor por debajo de la puerta. Vuelven a ser niños en ese baile, los niños que prometieron quererse para siempre. No importa el tiempo que pase, los sucesos del día a día, si llueve o hace sol, ellos estarán juntos hasta que la vida se lo permita. Se harán el desayuno el uno al otro y se darán un pequeño beso en la mejilla de buenos días, el más bonito del día. Mientras él lee el periodico, ella soñará mirando por la ventana. Pasearán, reirán, comerán juntos hablando de lo que pasa en este mundo lleno de locos. El sigue adorando ver como ella se duerme, poco a poco, y ella le coge la mano muy fuerte, por si acaso se escapa en medio de la noche. Su música favorita es la de sus corazones latiendo como el primer día. Algún domingo feliz aún bailan en el pasillo su canción favorita, con los ojos cerrados. Porque las cosas más bonitas del mundo se sienten con los ojos cerrados. Y el tiempo se para y ese instante se convierte en eterno.