Sonrisas de jueves

Cuándo era pequeña me pasaba las tardes dibujando sentada en la entrada. Observándolo todo. Era una niña muy callada, y a veces, sonreía. Me encantaba ir de vestido y llevar lazos en el pelo. Leer tirada en el sofá las tardes de domingo, y merendar entre alguna aventura. Hay cosas que no han cambiado. Sigo siendo esa niña callada, y tengo días en los que me apetece sumergirme en alguna aventura y escapar de la realidad. Sigo buscando las figuras en las nubes, revolviéndome por dentro. Sigo deseando querer vivir en un faro, o en una nube si no es posible.. Adoro ver las luces de la calle mientras te abrazo en mi cama. Cambiar todo lo triste del día por tu sonrisa. Olvidar la rutina y quererte. Siempre me gustó sentarme en la encimera de la cocina y cruzar las piernas. Y ver la calle desde la ventana, parejas, amores, sueños. Respirando el olor a comida, de café, de sueños a medio hacer dispersos por el aire. Y merendar besos con café, en una taza repleta de amor. Me gusta lo suave de tu cama, lo suave de tu pecho, las veces que paramos el tiempo sin saber que lo estamos haciendo. Las sonrisas que se cuelan por tu ropa y acaban saliendo corriendo de tu ombligo, buscando tu boca. La noche que nos saluda cuándo me voy a coger el autobús, y apuro los últimos besos. Adoro esos instantes, siempre que apareces de lejos, sonriendo. Me gusta que hayas matado los jueves tristes. Pero lo que más me gusta del mundo eres tú. Por encima de todo. Y saber que pronto, nos escaparemos a pisar otras calles y a mirar desde otras ventanas. Que dormiremos alejados de todo, sabiendo que en ese momento lo más importante del mundo somos nosotros.